Por Mariela Sagel, El Siglo, 24 de diciembre de 2018
A través de los años hemos ido perdiendo el verdadero espíritu de Navidad, que no es otro que celebrar el nacimiento de Jesús. Cuando niña lo más importante que hacíamos en torno a la fecha era el nacimiento, y cada figura significaba algo: un tributo, un regalo al niño que nacería para salvar al mundo.
San Nicolás o Santa Claus es el sincretismo que hicimos los
cristianos de un personaje que traía regalos a los niños la Nochebuena, basado
en la leyenda del antiguo mito solar que acabamos de pasar, el solsticio de invierno. Personificaba a un obispo cristiano de origen
griego llamado Nicolás, que vivió en Anatolia, como se conoce al Asia Menor,
actual Turquía.
Pero como el consumismo a todo le pone precio, vinieron los
muñecos de nieve, las decoraciones de luces y se ha ido degenerando a tal punto
el espíritu de Navidad que se desata un delirio por comprar hasta lo que no se
necesita. Si bien es una época en la que
es bueno reconocer a los que nos han brindado su amistad y nos han atendido con
esmero, los regalos son un simbolismo, igual puede ser una comida, un dulce o
cualquier detalle que denote agradecimiento.
En las últimas semanas el tráfico se ha vuelto insoportable (que es
mucho decir, ya que de por sí es insoportable), los autos decorados con cuernos
de reno (honor al mal gusto) y otras aberraciones nos hacen este tiempo uno del
que quisiera pasar alejado.
Lo otro es la forma de comer desmesurada: lo más fácil que hay
en el mundo es subir de peso, pero en este tiempo, con la excusa de que en el
nuevo año nos pondremos a dieta, no perdonamos una comida, una copa de ron
ponche o un tamal. Pareciera que todo se
resume en eso, comer y consumir.
Retomemos el espíritu de Navidad como es, celebrando el
nacimiento del niño en Belén y olvidando toda la parafernalia que se ha ido
creando en torno a él.
Por Mariela Sagel, Vida y cultura, La Estrella de Panamá, 23 de diciembre de
2018
Las calles de Tlaquepaque
La noticia tenia menos de un mes de haberse divulgado y señalaba
que Tlaquepaque había sido declarado “pueblo mágico”. Con éste sumarían ocho los pueblos mágicos en
Jalisco, junto a Tapalpa, Mazamitla, San Sebastián del Oeste, Mascota, Talpa de
Allende, Tequila y Lagos de Moreno. Sin
embargo, y a pesar del interés y entusiasmo con que abordé mi visita, aún no se
le había notificado oficialmente a la municipalidad.
Mi viaje a Guadalajara, en ocasión de la celebración de la
famosa y multitudinaria Feria Internacional del Libro me llevó a la capital jalisciense,
cuna del mariachi y el tequila y, aunque ya había visitado Tlaquepaque en ocasiones
anteriores, lo había hecho de noche, para cenar en alguno de sus atractivos
restaurantes. Gracias a las gestiones de
la embajada de México en Panamá y concretamente, de Olivia Rodríguez, agregada
cultural, me estaban esperando en el Centro de Orientación Turística, engalanado
con sendas catrinas y con abundante información donde ir. Me acompañó un guía de lo más versado,
conocedor tanto de la historia como de las costumbres, y amigo de los artistas
que tienen allí sus talleres y salas de exhibición y guardan los secretos que
todo sitio turístico bien llevado se reserva.
Esculturas de bronce
PUEBLOS
MÁGICOS
El término “pueblo mágico” es
privativo de México, desde que en 2001 se adoptó esta definición para denominar
a un programa desarrollado por la Secretaría de Turismo (SECTUR), en conjunto
con diversas instancias gubernamentales, que reconoce a quienes habitan estas
ciudades y el trabajo que han desarrollado para proteger y guardar su riqueza
cultural.
Hay pueblos
mágicos a lo largo y ancho de la geografía mexicana y se toma en cuenta, al
declararlo como tal, el entorno en que se desarrollan, la influencia que tiene
en ellos el pasado indígena, el legado del antiguo imperio colonial español, la
preservación de tradiciones seculares y ancestrales y, no podía faltar, la
ubicación de lugares donde se han llevado a cabo acontecimientos históricos en
la vida del país azteca.
En San
Pedro de Tlaquepaque, como se llama este pueblo mágico que está estrenando su
denominación, se conjugan todas estas cualidades, y de qué manera. El día de mi visita estaba decorado con las
banderas de papel agujereado que son tan características de las fiestas
mexicanas y hacía un clima espectacular, soleado y fresco. En un marco de unas 40 cuadras hay unas 16
galerías, cientos de restaurantes que se destacan (solo en el Parián, un
antiguo mercado municipal, hay unos 20), muchos hoteles de lujo y una decena de
sitios históricos de interés.
Santuario de Nuestra Señora de la Soledad
Abundan las
figuras a tamaño real de bronce con los próceres de la patria, los curas
emblemáticos y otros personajes de la historia, así como las esculturas de
nuevo cuño que atraen la atención del visitante. Frente a un grupo de ellas se lee, en una
placa, “El grito continúa”.
SITIOS
HISTÓRICOS
En este pueblo mágico se erige una
casona donde el cura Miguel Hidalgo y Costilla, padre de la patria y precursor
de la primera etapa de la Guerra de Independencia de México con el acto que se
conoce como el Grito de Dolores, llegó en 1810, donde se le agasajó por los
visitantes más ilustres, tanto de gobierno como de la iglesia. De allí prosiguió hacia Guadalajara. La casa en mención se conserva como un
monumento histórico.
Museo Nacional de la Cerámica
El 13 de junio de 1821, en ese mismo inmueble, se firmó la
consumación de la Independencia de México bajo el nombre de Plan de Iguala, que
fue proclamado por Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero, refrendado por el
general Pedro Celestino Negrete.
Como en todos los pueblos colonizados por los españoles, las
iglesias son sitios importantes, y es así como la Parroquia de San Pedro
Tlaquepaque y el Santuario de Nuestra Señora de la Soledad son lugares de
interés. Este primer templo estaba
destinado para la población indígena y de bajos recursos y el Santuario para
los pudientes. Comparten una misma
plaza, el Jardín Hidalgo y están uno diagonal al otro. También hay una gran plaza de toros, un
surtido mercado municipal y varios centros culturales.
La arquitectura colonial se ha mantenido y las fachadas no se
pueden alterar. Pero dentro de las
instalaciones la creatividad se hace patente, especialmente en los sitios que
se dedican a las artes. Unas de las
manifestaciones más representativas que me encantaron fueron las esculturas en
cerámica y los trabajos en este material.
Tuve el privilegio de visitar la galería de Rodo Padilla, que tiene una
exquisita producción artística, de gran avanzada, su hermana hace joyería y su
hermano Paco, además de tener un bien montado taller de cerámica, en los que
confecciona vajillas, es cantautor.
Nacimiento en la entrada de la galería Agustín Parra
Como el clima les es tan benévolo, los restaurantes tienen
hermosos patios. En uno de ellos, el
Chai, pude apreciar árboles centenarios que tienen además unos troncos muy
grandes (de nombre zapote). También
visité el Museo del Premio Nacional de la Cerámica “Pantaleón Panduro”, un
antiguo sanatorio para enfermos mentales que se ha acondicionado para desplegar
las hermosas piezas que en cada certamen se muestran. No puede faltar “el árbol de la vida”,
iconografía tradicional mexicana, pero había una muy particular, con los
pintores Frida Kahlo y Diego Rivera frente a él. Este museo, en particular, manejado por la
municipalidad, estaba impecable, hasta en los baños, lo que dice mucho de la
administración que la rige.
El árbol de la vida, con Frida y Diego
La galería Agustín Parra es de arte católico, con inmensas
figuras religiosas, y donde se muestran las sillas que han usado los papas de
Roma durante sus visitas a México (casi todos los últimos papas han mostrado
una particular devoción por la Morenita, la Virgen de Guadalupe). Aunque no se permite tomar fotografías,
gracias al recursivo guía que me acompañó pude hacer unas fotos sobre todo del
precioso nacimiento que estaba en la entrada.
San Pedro de Tlaquepaque es un “must go” en una visita a
Guadalajara, para ir con calma, saborear una nieve, comprar arte y artesanías,
dulces, mini tequilas y comer en alguno de los muy ambientados restaurantes y
cantar junto a los mariachis brindando con tequila.
Mariela Sagel es arquitecta, ex ministra y escritora. Publica hace 40 años en Panamá y otros países sobre temas políticos, literarios, patrimoniales y de arte. Actualmente es embajadora de Panamá en Turquía.