El accionar público La ética y la política Opinión Panamá Publicado en La Estrella de Panamá

Almorzando en Palacio

MARIELA SAGEL*

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La Estrella, 3 de Abril de 2011

Cuando la semana pasada se estaba verificando el almuerzo al que invitó el presidente Martinelli a los tres presidentes que lo antecedieron en su gestión (Pérez Balladares, Moscoso y Torrijos) regresaba del aeropuerto de recoger a unos amigos venezolanos. Ellos quedaron estupefactos e impresionados, porque alegan que en su país, eso no sería posible nunca, no solo porque los antecesores de Hugo Chávez están muertos —al pobre Carlos Andrés no logran ponerse de acuerdo dónde enterrarlo desde que murió en Navidades el año pasado—, sino porque una forma tan civilizada de relacionarse no era posible con un presidente con tanta incontinencia verbal.

Tuve que tragarme muchas cosas que les hubiera querido explicar, pero sí, les dije que era inusual que se dieran esas circunstancias y que las mismas marcaban un hito en la política criolla. Me abstuve de decirles la infinidad de insultos, tergiversaciones y manipulaciones que ha hecho el actual gobierno, queriendo achacarle al anterior la culpa de todos sus males, y que todavía a los dos años de gobierno, no despegan los discursos sin el estribillo que les dejaron la institución de tal o cual forma.

Felicito al presidente Martinelli por la iniciativa de invitar a los tres ex presidentes inmediatos a intercambiar opiniones sobre la conducción del país y ojalá que ese acto no sea puro show, sino un verdadero acto de constricción para enderezar el rumbo de su gestión. Si bien el país marcha en términos generales hacia adelante, esto no es producto del arte de birlibirloque que ha hecho el gobierno de la locura, sino de la implementación de sanas políticas económicas y fiscales que reestructuraron las fundaciones sobre las que estaba basada la economía panameña. Las cosas van bien para pocos con grandes obras y algunos caprichos sin sentido (como la Torre Financiera o la costanera que quieren pasarle de circunvalación al Casco Antiguo), que dan la impresión que estamos en Miami; pero para muchos, la gran mayoría, el precio de los alimentos, el costo del combustible, en fin, el costo de la vida se ha disparado de tal forma que podemos estar al borde de una explosión social si no se controla.

El grado de inversión que ostenta Panamá no fue una gestión obtenida por este gobierno, fue el producto de muchos años de correcciones, rectificaciones y riesgos que tuvieron que correr las administraciones anteriores para que el país lograra colocarse donde está. Bien lo dijo el hoy muy llorado Billy Ford, hace unos dos años, que las privatizaciones no fueron una invención del gobierno de Pérez Balladares, las privatizaciones las firmó él, como ministro de Planificación, durante el gobierno de Guillermo Endara.

Todo lo bueno llega a veces para que otros lo cosechen (también lo malo, de eso nadie se escapa) y a este gobierno le ha tocado un país en franco desarrollo, con una infraestructura que solo necesita seguir fortaleciéndose y creciendo, con un metro que estaba diseñado y pactado hace doce años, con una expansión del Canal a la que hasta los más conspicuos miembros del gobierno actual se opusieron en el momento que se realizó el referéndum que la aprobó, y con infinidad de políticas públicas que se fueron desarrollando con mucha calma para mostrarlo no como una presea, sino como una tarea bien hecha, por funcionarios técnicos que no buscaban cortar una cinta inaugural, sino cumplir con su trabajo, algunos de los cuales seguramente habrán despedido o los habrán obligado a inscribirse en el CD.

Ojalá que esta magnífica pantomima que se montó en el Palacio de las Garzas (con crema de zapallo y filete miñón) sea en serio y no una cortina de humo para algo peor que nos sacuda en breve. Hemos tenido demasiados sobresaltos con el caso de PAMAGO, las amenazas a la libertad de expresión, la persecución implacable que ha sufrido un ex presidente y la anticipada a otro y mucha desazón por la forma en que se han querido imponer las leyes, para acomodar a los allegados del gobierno. Yo, al igual que Domplín, no tengo muchas esperanzas, porque me cuesta creerle al presidente, pero está en todos nosotros estar vigilantes que lo que debe prevalecer es que si al país le va bien, a todos nos va bien.