Opinión Publicado en La Estrella de Panamá

De toma de conciencia y pinchazos

Domingo 25 de enero de 2015 

Solo falta que pongan una alfombra roja en la acera para que los enfoquen desde que se van aproximando

Mariela Sagel
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El tema de los pinchazos a los teléfonos celulares de un montón de gente tiene a todo el mundo de vuelta y media. Unos porque quieren hacer un show cuando se van a notificar a la fiscalía y aprovechan que los periodistas están apostados permanentemente enfrente de esas oficinas. Solo falta que pongan una alfombra roja en la acera para que los enfoquen desde que se van aproximando, —otros llegan con sus choferes— asegurándose que los van a entrevistar. Me da mucha pena por los periodistas que bajo sol y agua (aunque no lo crean, en enero ha llovido un día sí y el otro no) estén apostados frente a esa Fiscalía y no se pierden casi ninguno de los que hemos ido a notificarnos que nuestra privacidad fue violada flagrantemente durante el gobierno dictatorial de Ricardo Martinelli.

Y es que como dijo Samuel Lewis Navarro, en su comparecencia, estábamos gobernados por una banda de delincuentes criminales con prácticas que todos sospechábamos o sabíamos practicaban, pero con las que convivíamos por la comodidad de no denunciar. Porque tal como dice el dicho, ‘el pueblo que olvida su historia, está condenado a repetirla’ (se le atribuye, en primera instancia, a Cicerón, y más recientemente a Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana, y esa es la frase escrita en la entrada del bloque número 4 del campo de Auschwitz I). Olvidamos que en tiempos del gobierno militar, sin tanta tecnología, nos intervenían los teléfonos y nos interceptaban las cartas, y por eso hacíamos una cadena de faxes con ‘La Voz Panameña’, entre otras.

Hemos olvidado, convenientemente, que antes de 1987 convivíamos con un gobierno represivo, pero que no fue hasta después que uno de ellos cantó, el coronel Díaz Herrera, que nos atrevimos a denunciarlo, a lo interno y al mundo. En esta ocasión hemos esperado a que asumiera un nuevo gobierno y que sus instituciones judiciales, ya no viciadas por la mano peluda del magnate de los supermercados, se atreviera a meter en la cárcel a un par de pececillos gordos —faltan los tiburones blancos y no tan blancos— en la gran Joya para que todos salgamos a decir que fue el peor gobierno que hemos tenido, que violó los derechos humanos y demás, cuando desde el principio lo fue haciendo, sistemáticamente, con los indígenas, los muchachos que quemó en las celdas del Centro de Cumplimiento, los colonenses y todos nosotros, los que pincharon irremediablemente.

Me da mucha lástima ver a los que votaron por los locos ir a poner sus denuncias a la Fiscalía. Si no hubiera sido por ellos no hubiéramos pasado por 5 años de intervención a nuestra intimidad, masacres y ver cómo el país se iba a pique moralmente porque como repetían en campaña, ‘los locos son más’.

Hay una luz de esperanza, y en eso tienen su mérito los medios de comunicación que han ventilado, algunos muy responsablemente, todo lo que se viene destapando, y es que en la reciente encuesta de Dichter & Neira –si es que le queda alguna credibilidad a esa empresa– se midió lo que la población panameña considera sus mayores problemas, y por primera vez la corrupción quedó de segundo lugar, después de la inseguridad, algo inédito puesto que el costo de la vida siempre ha sido lo que más nos preocupa.

Es inaceptable que la inseguridad sea el problema que más le preocupa a los panameños, puesto que la supuesta inversión que se hizo en tecnología de punta para combatirla es hoy cuestionada flagrantemente y el agresivo ministro de seguridad guarda sospechoso silencio.

Nos toca a los panameños que nos pincharon, que violaron nuestra vida privada, seguir denunciando. Y contestarle a la ex primera dama, que se ha contagiado de la incontinencia tuitera de su marido, que pareciera que sus pocos escrúpulos se le fundieron en los pasados 5 años. ‘El que habla lo que no debe, escucha lo que no quiere’, y ya le han mencionado un par de nombres de ‘allegadas’ las que no quisiera repetir.