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Incompetencia o picardía

MARIELA SAGEL 

 

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El Siglo, 18 de febrero de 2013 —

A pesar de que los Carnavales de la City se anunciaban como que iban a ser ‘supicucu’ (pregón que se usaba en las décadas del 60 y 70 si Pedrito Altamiranda no me deja mentir), salí ‘en brisa’ de esta ciudad que se vuelve un vertedero de mal gusto y manifestaciones lúmpenes. Pero hasta donde me fui me enteré del zaperoco que se formó con la contratación del cantante Don Omar y la chambonada que se dio en torno a su presentación con varios cientos de miles de dólares de por medio.

Ahora, después de los pavos, todo el mundo habla de eso, y lo que es peor, hablan de los cantantes que vinieron en su auxilio a presentarse, de los cuales no solo no puedo acordarme, sino que no sabía que existían.

Poco es lo que he podido recabar de los descargos de un lado y de otro: que si el cantante recibió un jugoso adelanto -más del que cualquier panameño pudiera soñar-, que si no hubo contrato de por medio, aunque el más conspicuo de los promotores haya salido papel en ristre sin mostrar la firma. Que si el tipo hubiera cantado por menos de haber sido un concierto abierto y sin costo para el pueblo de la ‘city’ y no sé cuántas cosas más.

De más está decir que en este entierro no tengo ni quiero tener vela, porque censuro cualquier evento que organice la manida organización del Carnaval, que todos los años se lava la boca con lejía sobre lo que no va a hacer el próximo año, y vuelve y traba, pasa lo mismo al año siguiente.

Pero surge la pregunta del millón ante tantos desaciertos de ‘los mismos de siempre’ que están metidos en este berenjenal: ¿a quién se le cree? ¿A don Omar, que declaró que no vino porque no hubo contrato y que hubiera cobrado mucho menos que el cuarto de millón de dólares que le ofrecieron, o a los Show Pro y Salo Show? A fin de cuentas, es dinero del pueblo para el pueblo y la diversión, como las manifestaciones religiosas, no se le niega a nadie.

Pero, señores, esto es el colmo, no solo se han gastado una salvajada en desperdicios, sino que, encima, se roban las arcas del Estado enfrente de nosotros.

Lo peor que podemos hacer como país, según Simone de Beauvoir, célebre escritora y feminista francesa, es acostumbrarnos a los escándalos y encima no hacer nada.