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Un país cómico

Dice Andrés «Domplín» Vega —conductor del programa el Cañonero de Domplín— que en Panamá somos muy cómicos. Por un tiempo, mientras ganó Margarita Henríquez —Latin American Idol, LAI, 2008—, nos mantuvimos sin malas noticias, pero fue un escape para muchos, porque tal como aseveró Mario Vargas Llosa en la asamblea de la SIP, «las «consecuencias» que ha tenido l»civilización del espectáculo» en la literatura, las artes plásticas, la crítica, el cine, la política, el sexo y el periodismo, han desaparecidos en su esencia más pura o en trámite de ello. Eso ocurre, dijo, porque hay un total «desdén» por todo lo que recuerda que «la vida no sólo es diversión, también drama, dolor, misterio y frustración». «El primer lugar de los valores, de las prioridades, lo ocupa el entretenimiento. Divertirse, escapar del aburrimiento es la pasión universal», argumentó Vargas Llosa. Sólo un «puritano fanático» criticaría que se dé «solaz» a «vidas encuadradas en rutinas deprimentes», pero, dijo, convertir el entretenimiento en un valor «supremo» tiene «consecuencias inesperadas», como la generalización de la frivolidad que, en el campo del periodismo, «se alimenta del escándalo».

Somos cómicos, porque olvidamos el SAN-100, las esculturas que se «fugaron» del parque Omar, los decretos leyes sobre seguridad y hasta el costo de la gasolina, que encima, bajó. Nos entregamos en un «delirum tremens» que casi causa una guerra con Costa Rica, que siempre nos ha envidiado. Intervinieron ambos mandatarios y las telefónicas. Al final, como circuló por allí, no fue la guerra de Coto, sino de chats. Pocos ganaron mucho dinero (como siempre), el resto se distrajo, algunos se empeñaron y el país olvidó la cruda realidad a la que nos enfrentamos por el descalabro mundial al que ha llevado la disparatada política de Bush.

Pero, como sentenció Marx que «la religión era el opio del pueblo», ahora el espectáculo y el escándalo la han suplantado, congregándonos alrededor de íconos que no tienen asidero en nuestra idiosincrasia. No se gana por méritos, sino por apoyo monetario, en política, y en cosas tan triviales como un concurso de canto. Es realmente una desfachatez lo que pasa. La semana pasada estuvo en Panamá el ganador del Premio Alfaguara, Antonio Rodríguez, y Santillana tiró la casa por la ventana… con los mismos tres gatos de siempre que todavía leemos, que nos preocupa el nivel de educación y de valores de esta población tan lumpenizada, agresiva y sin cortesía, que ha reemplazado los valores familiares por los monetarios. Mientras, el país se vuelve cada vez más inseguro. Parece que una mano no se entera de lo que hace la otra, no existe una política integrada: por un lado se invierte en publicidad para atraer extranjeros, pero por el otro se cierran puertas con exigencias inexplicables para ingresar al país. Hace falta una visión del país que estamos construyendo y coherencia en todas las acciones que nos unen en esa visión.

En honor a Domplín, somos cómicos porque cuando escribí sobre los tránsfugas políticos me escribieron algunos justificándose, otro, con un tufillo arnulfista y chiricano, se metió hasta en mi vida privada y encima, el de las cutarras, que ya se parece a Forrest Gump, me reclamó. Seguimos siendo cómicos si mañana se lo dan libre a los empleados públicos para recibir a Margarita y además, somos más cómicos en poner valores sin valor como nuestras prioridades.