El accionar público La ética y la política Opinión Panamá Publicado en El Siglo

20 meses y lo mismo

MARIELA SAGEL

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El Siglo, 21 de febrero de 2011

El actual gobierno ya tiene un tercio de su mandato ejecutado, a sangre y fuego —literalmente— y todavía sigue esgrimiendo la inexcusable excusa que todo lo que no ha sido capaz de hacer es porque el gobierno anterior lo dejó mal hecho o no lo hizo.

Pero el colmo de las excusas la acabo de leer del que se anticipó al preludio a la destrucción que es la minería a cielo abierto: el Ministro Henríquez ripostó al ex canciller Lewis que fue el gobierno del PRD ‘los que estimularon la minería metálica en Panamá’. Claro, es fácil excusarse así, pero es peor agarrar esa excusa para perseguir sus propios fines.

Enderecemos este entuerto: yo salgo electo, recibo un despacho sea legislativo, alcaldicio o presidencial y tengo 60 meses para ejecutar un plan de trabajo que me he propuesto con anterioridad y sobre el cual he basado mis promesas de campaña. Ese plan de trabajo debe ser la guía para ir cumpliendo lo que he prometido, si no, mis electores se sentirán defraudados y se darán cuentas que les mentí para conseguir su voto.

Es entendible que al arribar una gestión se le quiera imprimir toda una dinámica nueva y estilo propio. Pero estar cada cinco años echando a un lado todo lo que hizo la administración anterior no solo significa un retroceso inmenso para un país que tiene que avanzar al ritmo del tiempo sino un gasto inmedible en cuanto a la implementación de políticas públicas se refiere. Ya es una realidad que el Estado es burocrático y que hacer algo dentro de ese engranaje toma más tiempo que en una empresa privada o en una cadena de supermercados. Entonces, ¿por qué arriesgarse a no hacer nada y solamente estar lamentándose que el gobierno anterior no hizo nada, o que lo hizo mal o que, en el caso citado al inicio, lo empezaron ellos? Para eso sí que son buenos.

El ciudadano de a pie debería tener a mano el plan de gobierno que presentó el partido gobernante e ir verificando, mes a mes, cuántas de las cosas allí plasmadas fueron burdas mentiras, cuántas no se llegan a realizar o cuántas se fumaron en pipa para conseguir los votos. Así, al final del mandato, no se tienen que apresurar a votar por el menos malo o el más folclórico, sino por el que cumplió la mayoría de sus promesas.