Por Mariela Sagel, El Siglo de Panamá, 31 de marzo de 2025
La esperada salida del país del expresidente Ricardo Martinelli está en víspera de que se haga realidad. La decisión de ese señor hace más de un año, de asilarse en la embajada de Nicaragua se dio cuando era inminente que lo iban a meter preso por haberlo encontrado culpable de múltiples delitos contra el país y todos los panameños, siendo un delincuente de los más descarados que hemos tenido que sufrir.
Se ha dejado muy claro que el término de “asilo político” lo otorga el país que brinda asilo, en este caso, Nicaragua y al inicio de todo ese batiburrillo se destaca que se le dio un asilo “humanitario”, tal como reiteró el gobierno que ahora le otorgó el salvoconducto. Lo de humanitario se aderezó con un alegado tema de salud que él se ha inventado (como todo lo que hace) y lamentablemente, el canciller, en su enrevesada dicción (sería que estaba nervioso, como el designado embajador que hizo el ridículo en la comisión de credenciales) lo reiteró como si realmente el delincuente convicto común estuviera entre la vida y la muerte.
Todo este espectáculo mediático ha confundido al país por las diferentes versiones que se vierten en medios y redes sociales. Resumiendo: Martinelli se asiló voluntariamente en la embajada de Nicaragua porque si no, iba a ir preso, al menos por 10 años, por uno de sus muchos delitos contra el país, entre ellos lavado de dinero. Eso fue hace más de un año, el 7 de febrero de 2024. Se la ha pasado pregonando de que es un perseguido político y de allí su decisión de asilarse en esa embajada. No lo ha pasado mal, ha recibido la visita de quien ha querido verlo, organizado todas las francachelas que le ha dado la gana, y transmitido todas las mentiras que se le ha ocurrido a través de sus redes sociales, además de nombrado a quien le ha querido en el gobierno.
Independientemente de que por fin el gobierno más afín que haya podido tener el expresidente (de hecho ganó porque él no pudo correr), debe ser de obligatorio cumplimiento que se eleven las alarmas de Interpol para que de Nicaragua no se vaya impunemente a otro país (como no pudo hacerlo cuando se autoexilió en Estados Unidos) y se siga burlando de la justicia panameña.