Por Mariela Sagel, en El Siglo, 5 de abril de 2021.
El mundo entero estuvo pendiente del atasco del buque Ever Given, abanderado en Panamá, conteniendo unos veinte mil contenedores y con un peso aproximado de 224 mil toneladas, en el Canal de Suez, que une el Mar Rojo con el Mar Mediterráneo y que fue el antecesor del nuestro canal, diseñado por el mismo Ferdinand de Lesseps.
El hecho en sí conllevó a un atasco monumental de más de 400 barcos esperando para poder atravesar la vía, y algunos decidiendo, por la naturaleza perecedera de sus entregas, tomar la ruta del Cabo de la Buena Esperanza, que bordea la costa sur de África, con los riesgos que ello implica por el auge de la piratería en esos mares.
Varios comentaristas de periódicos tan prestigiosos como el New York Times han estimado que se deben ir buscando otros lugares de donde importar los productos, en sustitución de China. Otros lo analizan desde el punto de vista de la fragilidad de la dependencia que tiene el comercio mundial en el tránsito marítimo.
Para ponernos en contexto, el Canal de Suez tiene una longitud de 193 kilómetros, mientras que el de Panamá es menos de la mitad (83 km). Las zonas en donde ambos operan son muy diferentes, ya que Egipto está en la mitad de conflictos bélicos que pueden explotar bloqueando el Canal de Suez, mientras que Panamá, en la cintura más angosta del continente americano, si bien no está exenta de amenazas, hasta ahora no ha sido víctima de boicots, como ocurrió en 1967, en que, como consecuencia de la guerra de los seis días, en la cual Israel derrotó a Egipto, Siria y Jordania, el canal de Suez se mantuvo cerrado durante ocho años. Durante ese tiempo, Rusia sacó partido desde el punto de vista económico y también geopolítico, para promocionar su ruta del Ártico. Debemos estar alertas por cualquier problema que se suscite en el área y para eso, la Autoridad del Canal de Panamá cuenta con una muy buena oficina que estudia posibles amenazas.