Mariela Sagel
El Siglo, 6 de Diciembre de 2010
La semana pasada disfruté asistiendo a la 24ª. Feria Internacional del Libro de Guadalajara, donde en un magnífico espacio ferial de más de 34 mil metros cuadrados se congregaron escritores, editoriales, editores, agentes literarios y todos los protagonistas de la actividad de la producción y comercialización de los libros, los mejores compañeros que podemos encontrar.
Durante el desarrollo de la misma, entre las muchas presentaciones a las que asistí, destaco la del periodista argentino Andrés Oppenheimer, con su libro denominado como yo titulo esta columna, en el cual, después de una acuciosa investigación por países desarrollados y en vías de, hace una radiografía del gran factor que llevó a unos y nos llevará a otros, a superarnos: la educación.
Contó Andrés en su presentación, que en América Latina siempre estamos mirando para atrás, celebrando los aniversarios de las gestas liberadoras y desenterrando a los muertos que las hicieron posible. Con esa atractiva elocuencia que posee, trajo a colación que al Presidente Chávez se le ocurrió exhumar los restos de Bolívar para mostrárselos a Venezuela. En realidad, agregó, lo que hizo fue mostrarle al libertador los restos de su Venezuela natal. Igualmente contó que a uno de los próceres de Centro América, en virtud que se lo disputaban varios países, lo habían partido en tres para que cada país tuviera su parte, creando así una nueva modalidad, la del turismo necrológico.
Entrando en materia, Oppenheimer sentenció que lo que caracteriza a los países que avanzan es la humildad, el estar conscientes que deben aprender mucho y en manejar la economía del conocimiento.
Destacó –y estoy segura que muchos de los que están o ya han leído el libro concordarán— que la cultura familiar de países milenarios como India, China o Corea es una en la que todos los miembros de esa familia se involucran y que no termina nunca, es un ciclo permanente. Los estudiantes no tienen tiempo durante el día ni la noche para hacer otra cosa que acercarse al conocimiento, estudiar, y que en esa cadena por la superación participan padres, abuelos, hermanos, etc.
Ahora que hay tanto debate sobre cómo debe manejarse la educación en nuestro país, revisemos también la actitud que tenemos hacia ella y la que inculcamos en nuestros hogares. No esperemos que toda la responsabilidad recaiga sobre los educadores, la escuela o las autoridades. Participemos también en ese proceso que no termina nunca.