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‘Billete de ida’

Vida y cultura, La Estrella de Panamá, 20 de noviembre de 2020

Por Mariela Sagel

Un relato que cumple 15 años, el año en que su autor llega a los 90. La vida sin-vergüenza del pintor, escultor y publicista Juan Carlos Marcos, nacido en Argentina, pero más panameño que el sancocho

Juan Carlos Marcos

Se lo debía hace 15 años, y es mejor que lo haga ahora, que acaba de cumplir 90 años con las neuronas bien alineadas y un poco maltrecho por otros problemas de salud. Juan Carlos Marcos, el mítico publicista, pintor, escultor, de origen argentino, pero hoy más panameño que el sancocho, publicó en 2005 un libro llamado Billete de ida: una historia sin-vergüenza, con solo 500 ejemplares y sin ISBN ni código de barra para que pueda disponerse de él en las librerías.

Lo hizo alentado por sus amigos, que en una de sus visitas a Panamá (le había dado por irse a vivir a Europa y Argentina) le propusieron que se sentara a escribir sus “cuasi memorias” y ya vemos que han pasado 15 años, y todavía sigue dando de qué hablar este excepcional artista que nos ha tocado en suerte que viva aquí.

Se lo dedica a su única hija, Paula, que según él dice, ella cree que es Paul Newman pero él se cree Robert Redford y en él va desgranando su temprana edad en la comunidad argentina de Aldo Bonzi, el boliche que tenía su padre y cómo después de muchas travesuras y no menos correrías, decide embarcarse, siempre con un billete de ida (y no de ida y vuelta) a Europa. Aldo Bonzi es una ciudad que está dentro de la provincia de Buenos Aires, pero que, en ese tiempo, cuando él era un chico travieso e inquieto, no estaba tan integrada.

Juan Carlos manifestó desde pequeño su destreza en el dibujo, lo que no le impidió realizar oficios menos “glamurosos” que le dieron algún sustento, como boxeador, actor, cuidador y otros. Revisando estas historias que no puedes parar de leer por lo amenas que son, caemos en la cuenta de que el futuro publicista de éxito en Panamá se encontró con sus maestros de la pintura, Velásquez, Goya, Zurbarán y Ribera, lo que él llama “el combo del Prado” causándole una resaca que alega todavía le queda al estar frente a sus obras. Llegó hasta Madrid pasando por toda clase de vicisitudes en un viaje trasatlántico que empezó en el puerto de Buenos Aires y lo llevó a Vigo, comunidad de Pontevedra. De allí, él y un amigo se fueron a Madrid y después de quedar rendidos ante los grandes maestros, se arriesgaron a irse a París, que era su meta final, para pintar como lo estaban haciendo los pintores franceses. Durante su recorrido por la geografía europea fue haciendo amigos, algunos entrañables, como Jorge Pérez Román (a quien conocí en París hace 35 años) y que les fueron aportando otras vivencias de las que nuestro personaje estaba ávido. Por ser un tipo extraordinariamente guapo, las cosas a veces se le facilitaban, pero en ocasiones, su belleza jugaba en su contra. Debió haber formado parte del libro de Javier Menéndez Flores, “Guapos de leyenda”, porque hoy día Juan Carlos Marcos es una leyenda, vivita y con ganas de seguir dando de qué hablar.Dos publicaciones, una sobre la obra del artista, otra, su biografía

Enamorado de sus mujeres, que en cierta forma le marcaron sus destinos, cuando finalmente se casa lo hace con una chilena, la madre de Paula, con quien se fue a vivir a Ibiza, después de andar deambulando por la geografía española, especialmente la asturiana. En Madrid conoció a Guillermo Trujillo y a Alberto “Pimpito” Dutary, dos de nuestros más importantes pintores, y es gracias a ellos que llega a Panamá en 1965 desde Chile, donde después de estar en la hermosa isla del Mediterráneo, se va a establecer para ordenar su vida, ya con una familia a cuestas.

En el país austral le va picando la rasquiña de la publicidad y se emplea en varias agencias, donde va ganando renombre no solo por sus ideas, sino por sus “copies”. Al llegar a Panamá, para una muestra en el Instituto Panameño de Arte (hoy Museo de Arte Contemporáneo) es recibido con júbilo e interés ya que esa institución estaba apenas haciendo sus primeros pinitos. Otra vez el amor se le cruzó en el camino, esta vez el de una panameña con la que se casó un tiempo después, cuando ya Gaby asumió que lo había perdido. Lo que nos desgarra el alma es el relato de lo que le dolía separarse de su hija.

En Panamá se encontró con Tony Fergo y Alberto García de Paredes, que eran los grandes gurús de la publicidad y con ellos trabajó muy a gusto, dándole un impulso como el que no había tenido esa industria, y entró en McCann Erickson, “la escuelita de publicidad” que gerenciaba García de Paredes donde conoce a un agresivo ejecutivo que le plantea formar una agencia. Es así cómo se constituye Boyd, Bárcenas y Marcos (BB&M), que puede que sea hoy la más importante del país. Antes de eso, había fundado, junto a su mujer, la primera galería de arte, llamada NOVA.“De su paso por BBM recuerda muchas anécdotas, pero la más importante es la del lanzamiento de la campaña de la cerveza Atlas, que tenía a Rubén Blades, un chico del barrio, popular, que cantaba en festivales, como estrella principal. La campaña fue tan exitosa que Juan Carlos le sugiere a Rubén que se vaya a probar suerte a Estados Unidos, que en Panamá no va a dejar de ser un cantante de fiestas”.

De su paso por BB&M recuerda muchas anécdotas, pero la más importante es la del lanzamiento de la campaña de la cerveza Atlas, que tenía a Rubén Blades, un chico del barrio, popular, que cantaba en festivales, como estrella principal. La campaña fue tan exitosa, que Juan Carlos le sugiere a Rubén que se vaya a probar suerte a Estados Unidos, que en Panamá no va a dejar de ser un cantante de fiestas. Formaron una relación tan sólida que persiste hasta hoy.Una de las obras del artista

El tedio y cansancio por hacer lo mismo de siempre en BB&M, probado que había sido exitoso, y algunas discrepancias con ese ejecutivo agresivo que lo llevó allí, le hicieron tomar la decisión de formar otra agencia, con David de Castro, otro gran creativo panameño que él había llevado a McCann y de allí surge Cerebro JMC. Por unos años estuvieron trabajando a gusto innovando sin hacerse millonarios, pero haciendo un trabajo diferente al que hacían las demás agencias. Para entonces, ya la relación con Pilar, la panameña, se había deteriorado al punto de que se habían separado. Él le dejó su casa en Las Cumbres y se fue a vivir a una propiedad que construyó muy al estilo de Ibiza en Punta Chame, con un perro inmenso llamado Ambrosio (parecía un caballo, lo recuerdo en la playa).

La soledad y la falta de amor lo hacen regresar a la ciudad, aunque en Punta Chame daba rienda suelta a su creatividad. Un amor empecinado con una panameña lo atormentaba y lo nombran gerente de TV2 por un corto tiempo así que tuvo que dejar los shorts y las camisetas y volver al traje y corbata. Como la panameña no daba muestras de definirse, en una de esas reuniones sabatinas donde todos se tomaban sus martinis y comían sus pastas, en El Hostal, la dueña, una italiana, no le fue indiferente y al final acabó viviendo con ella y finalmente, partió otra vez con otro billete de ida a Europa. Se maravilló en la Piaza de la Signoria en Florencia y tiene historias hilarantes de las cosas que hizo en ese país.

Después volvió a Argentina y finalmente a Panamá, desde donde la italiana se marchó, como diría Sabina, con dos besos, uno por mejilla. Y aquí se ha quedado, no olvidando mencionar a sus apreciados amigos Pedro Altamiranda, Chuchú Martínez, César Young, Antonio Alvarado (que se casó con su segunda mujer), Kenny Darlington y muchos otros que sería muy largo mencionar.

Gracias Juan Carlos Marcos por darnos una vida “sin-vergüenza” y una herencia inestimable entre cuadros y esculturas y, sobre todo, por querer tanto a este país, sobre el que cada día opina, muchas veces en este diario, sobre actualidad. Ojalá que sean muchos años más que te tengamos entre nosotros, pero nos quedan tus obras, tus dichos, tus vivencias y tus martinis, que aprendimos a hacer para satisfacerte. Y como ahora solo tienes otra vez un billete de ida, no te vas a escapar.