Domingo, 26 de octubre de 2014 

El Neuschwanstein llevó a su constructor, el Rey Luis II de Baviera, a la quiebra y a la locura

Mariela Sagel
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En los alrededores del castillo en que se inspiró Walt Disney para recrear los cuentos de Charles Perrault y los Hermanos Grimm, para su filme La Bella Durmiente , entre los frondosos bosques de Baviera, en los pre Alpes del Allgäu, se encuentra un escenario de reciente construcción. Se trata del castillo de Neuschwanstein, producto del sueño del Rey Luis II de Baviera, a quien llamaron ‘el Rey Loco’ por ser el regente que en 1886 quiso abdicar para evitar una guerra contra Prusia. Aunque la conflagración solo duró dos semanas, la misma trajo un sinnúmero de desgracias a lo que entonces se conoció como Franconia.

LUIS II DE BAVIERA

Dicen sus biógrafos que su madre, María, de ascendencia prusiana y su padre, el rey Maximiliano II de Baviera, no educaron a sus dos hijos para regir en su momento. Eso se evidenció posteriormente en Luis II, por su marcado desinterés y hasta desprecio por las pasiones políticas que se daban en la corte. Asumió el reinado con apenas 18 años. Era muy propenso a cultivar las bellas artes y la música, que dejaron su impronta en los castillos que habitó y construyó.

Se le conoce solamente un gran amor: Isabel Amalia Eugenia –Sissi— Emperatriz de Austria y reina consorte de Hungría (ambos eran primos) con quien mantuvo una eterna amistad, pero a pesar de que se rumoraba que se iba a casar con la hija del zar Alejandro de Rusia, la joven María Alexandrovna, decidió contraer nupcias con la hermana de Sissi, la princesa Sofía Carlota, de Baviera, a su vez también prima del rey.

Dicen las malas lenguas que cuando se tomaron la foto oficial de bodas, la princesa se enamoró del fotógrafo y el matrimonio con Luis II nunca se llevó a cabo, a pesar de lo avanzado de los preparativos.

Le encantaba la ópera. Fue mecenas del compositor Richard Wagner, a quien benefició con grandes sumas de dinero. Sufrió enormemente cuando el músico fue expulsado de Múnich por unas declaraciones poco favorecedoras al momento político que se vivía y posteriormente lo visitó en Suiza.

Su eterna oposición e inconformidad con las labores del reino lo obligaron a entregarse al diseño de sus castillos y se alejó del manejo del estado, dejando todo en manos del parlamento y demás instancias de gobierno. Se convirtió en un ‘Rey de Cuentos’, para el grueso de la población.

CASTILLOS DE ENSUEÑO

Su sueño era construir cuatro castillos. En 1869 se inició la construcción del castillo de Neuchswanstein, posteriormente el de Herrenchiemsee, el de Linderhof y en 1885 se dio inicio a los preparativos para la construcción del de Falkenstein. Los proyectos causaron -por los compromisos financieros que se adquirieron para llevar a cabo semejantes obras- un endeudamiento que los súbditos del rey no estaban dispuestos a tolerar. En 1886 un equipo de médicos lo declaró incapacitado y lo apresó. Dos días después lo encontraron ahogado en un lago cercano, con el médico que lo acompañaba, en un incidente que hasta el día de hoy no se ha aclarado. Ocupó su amado castillo de Neuchswanstein apenas 6 meses.

Neuschwanstein se edificó sobre un pico que tuvo que ser dinamitado para poder asentarlo, donde estaban las fortalezas de Hohenschwangau, frontal y posterior, en la mitad de un bosque de fantasía. El diseño y equipamiento son de una modernidad impensable en esos años y la cocina tiene facilidades de avanzada. Toda la construcción del castillo representó esfuerzos inconmensurables para la movilización de materiales y se constituyeron comités de seguridad, que garantizaron el buen funcionamiento de las maquinarias.

Cuando el rey falleció se suspendió la obra, no se construyó una torre prevista en los planos ni la capilla gótica en la planta baja, además de complementos como la calefacción y unos baños.

Sus decorados, empero, son lujosos y muy ligados a temas artísticos y religiosos. La influencia de Wagner es evidente en la recreación del Cantar de los Nibelungos , poema épico medieval en el que se basó el compositor para componer su ‘Anillo de los Nibelungos’. Presentes también en un lienzo están los reyes Casimiro de Polonia, Esteban de Hungría, Enrique II de Alemania, Luis IX de Francia, Fernando de España y Eduardo de Inglaterra. Hay también una pintura impresionante de San Jorge peleando contra el dragón, representando la versión cristiana de la lucha entre el bien y el mal.

Desde un balcón decorado con mármoles y bajo un perfecto arco, se aprecia el hermoso paisaje alpino bávaro: a un lado el lago Alp y del otro lado el lago del cisne. Esta ave está en múltiples representaciones escultóricas que uno admira en los interiores del Castillo.