Brutal honestidad
MARIELA SAGEL
La Estrella de Panamá, 1 de Julio de 2012
A costumbrados como estamos en una arrogante ‘honestidad’ de la que hacen alarde nuestras figuras políticas, sorprende que se refiera a ‘brutal honestidad’ la intervención que tuvo el presidente del Uruguay, José Mujica, en la pasada cumbre de Río+20 en Brasil, cuya meta era lograr progresos en el desarrollo sostenible de la Humanidad. Catalogada como la mayor cumbre del mundo, con la asistencia de 191 países y convocada por la ONU, resultó en un texto firmado antes que iniciara y con muchas críticas por la falta de compromiso de parte de la mayoría de los países participantes.
El presidente Mujica ya nos había deslumbrado por sus posturas verticales y decentes en torno a la educación y la cultura, cuando ascendió a la Presidencia del país oriental y, aunque no se caracteriza por ser un modelo ‘fashion’, no es ni chabacano ni maleducado sino que exuda honestidad en los temas que aborda, muchas veces los mismos temas que otros políticos evaden o simplemente, complican mediante opiniones que nadie entiende.
Ha sido destacada su intervención, puesta en las redes sociales y divulgada por lo sencillo y básico que la misma conlleva: Propuso preguntarse si sabemos qué estamos buscando en cuanto a desarrollo sostenible, si somos felices alcanzando metas económicas solamente, si estamos gobernando nuestras invenciones o somos presa de ellas. Comparando estadísticas, que es una buena forma de llegar a conclusiones, preguntó qué le pasaría al mundo si todos los pobladores de la India tuvieran la misma proporción de autos por familia que tienen los alemanes. De equipararse esa posesión, preguntó si quedaría oxígeno para respirar. Cuestionó igualmente de qué sirve que nos solidaricemos con una causa, mientras practicamos una economía basada en una competencia despiadada.
Celebrada 20 años después de la Cumbre de la Tierra en 1992 y pretendiendo lograr un acuerdo para buscar una ‘economía verde’ y tratar de proteger la vida marina, la reunión no acordó ni plazos ni metas tangibles, porque no sugirió acciones concretas en puntos álgidos, especialmente los ambientales. Algunos hablan de otra oportunidad perdida y otra más de las deplorables cumbres de turismo diplomático que no redundan en nada bueno, especialmente después del escándalo ‘pre pago’ que protagonizó el servicio secreto de los Estados Unidos hace un par de meses en Cartagena. En teoría permitió avances en temas como biodiversidad o lucha contra el cambio climático, pero en la práctica fue un escenario más para develar las verdaderas intenciones que tienen los regidores del mundo en cuanto al interés personal versus el colectivo.
Según dicen las noticias, han sido 20 años perdidos, ya que se pretendía alcanzar una nueva fase de compromisos globales para la protección del medio ambiente, reducción de la pobreza y promoción de la igualdad. Pero esos compromisos están lejos de la agenda de muchas naciones, especialmente aquellas que tienen al mando empresarios o políticos, cuya única motivación es llegar a ser, mandar, ‘porque es lo único que les falta alcanzar en la vida’.
Si no existe visión de país y compromiso urgente por hacer los cambios, pero no los de slogan publicitario, sino los necesarios para adaptarnos a los tiempos, no se avanza en la conservación de los recursos que tenemos y por el contrario, se precipita uno a un desenlace fatal para nuestros países, faltos de orientación, educación y sobre todo, guía para capear el temporal que enfrenta el planeta en sí con todos sus desafíos de la modernidad.
De este vacío es que sobresale la participación del presidente guerrillero del Uruguay, que con la llaneza de los hombres sencillos y sin aspavientos, sin máscaras o intenciones disfrazadas, que además ha ido ganando en credibilidad por su desempeño vertical, y destaca las preguntas básicas que nos debemos formular al tocar un tema tan sensitivo como el futuro del planeta, ya no de nuestra familia o del país.