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CAPITALES CULTURALES

Por Mariela Sagel, La Estrella de Panamá, 4 de agosto de 2019

     La ciudad de Panamá, además de celebrar este 15 de agosto los 500 años de haber sido fundada, fue designada hace tres años Capital Iberoamericana de Cultura, por decisión de la XVII Asamblea Plenaria de la Unión de Ciudades Capitales Iberoamericanas (UCCI), en La Paz, Bolivia.  Tal designación fue anunciada en mayo de 2016. La UCCI, asociación internacional sin fines de lucro y de carácter municipal creada en 1982, convoca cada dos años a los representantes de 30 ciudades para tratar diversos aspectos, entre ellos, la selección de las capitales de la cultura.

Para optar por el título de Capital Iberoamericana de Cultura, la ciudad aspirante debe organizar al menos una actividad cultural de relevancia durante el año asignado y contar, además, con una agenda de eventos culturales en los años previos, detalla la UCCI en su portal en internet.

     A fines del año en que se dio a conocer la noticia, el investigador de la Universidad de Salamanca, Javier Calvo Santiago, entregó un enjundioso documento a la dirección de cultura de la Alcaldía de Panamá, no solo teorizando sobre la designación de ser capital cultural, sino los pasos que otras ciudades en el mundo (no solamente en América) habían seguido para honrar semejante responsabilidad.  El documento, que está en mi poder, nunca fue ni comentado ni se le devolvió un acuse de recibo por parte de los destinatarios. Actualmente el ilustrado Calvo Santiago es alcalde de Vega de Tirados (municipio y localidad de Salamanca) y secretario provincial de memoria histórica del PSOE en su localidad.

     Quiero rescatar del valioso documento algunos aspectos que han estado, definitivamente, rezagados para que realmente fuéramos capital iberoamericana de la cultura este año, algo que seguramente la mayoría de los que me leen desconocían, porque no se le ha dado la menor importancia y encima, ha pasado totalmente desapercibido.  Un año en que el alcalde, responsable de llevar a cabo esta importante designación, se pasó los primeros cuatro meses en campaña política y al perder estrepitosamente (no corrió para alcalde sino para presidente) entró en negación de la responsabilidad que tuvieron sus desacertadas decisiones de intervenir el espacio urbano en sectores importantes de la ciudad, y la competencia innecesaria y desgastante, en llevar adelante una comisión paralela para la celebración de los 500 años de la fundación de la ciudad.

     El investigador Calvo resalta en su documento que, cuando Salamanca fue designada Capital Europea de la Cultura, en 2002 (y él trabajó en ese proyecto) se asignaron importantes sumas de dinero para el rescate de infraestructuras dedicadas a la recreación de las artes, así como la construcción de otras que eran necesarias para que se creara el escenario ideal.  La Capital Europea de la Cultura es un acontecimiento que fue creado en 1985 tras una resolución del Consejo de Ministros de Cultura de la Unión Europea.  En Salamanca se constituyó un consorcio con tres años de antelación (los mismos que ha tenido la ciudad de Panamá para preparar un proyecto digno) constituido por la Administración General del Estado, la Junta de Castilla y León, el Ayuntamiento de Salamanca, la Diputación Provincial de Salamanca, la Universidad de Salamanca y Caja Duero. La presidencia de honor fue aceptada por el entonces rey Juan Carlos I de España, la presidencia fue asumida por el alcalde de Salamanca, la vicepresidencia por el secretario de Estado de Cultura y el consejero de Cultura de la Junta de Castilla y León.  Un factor que jugó un papel importante en el éxito de esta celebración fue la integración del turismo como factor económico.  Y cito textualmente: “La mercantilización de la cultura se basa en una doble dimensión que desempeña el patrimonio cultural en la actualidad como respaldo de la memoria colectiva e identificación de una sociedad como fuente de riqueza y generación de actividades económicas.  El turismo cultural se encuentra en auge, se corresponde a un nuevo comportamiento de los ciudadanos respecto de la cultura, con el tiempo ha ido pasando de ser considerada como el reino de lo superfluo y gratuito a ser uno de los consumos más habituales, una exigencia para muchos ciudadanos”.

     Ya no podemos recoger la leche derramada, estamos en el preámbulo de celebrar los 500 años y nada se hizo para que el mundo supiera que fuimos designados capital cultural.  Al menos la próxima creación del Ministerio de Cultura y la aparente integración de las actividades turísticas a las culturales dan esperanzas de que el camino se puede enderezar y unir esfuerzos en terminar el año con algo de dignidad en este tema.

     Cierro con una cita de un texto publicado en 1998 por Fernando Savater en torno a la figura del intelectual mexicano Octavio Paz, “in memoriam” en la revista Vuelta: “La educación es una cosa demasiado seria para dejarla en manos de profesores y maestros; también deben comprometerse con ella los medios de comunicación, los artistas y hasta los políticos, cuyo comportamiento público reviste más importancia formadora (o deformadora) de lo que suele creerse”. 

     Tenemos en este momento la oportunidad de reivindicar la cultura y no podemos desaprovechar el momento.