CARLOS FUENTES SIGUE VIVIENDO
Por Mariela Sagel, Facetas, 6 de noviembre de 2016
“La historia de Pizarro es una parábola extrema de sacrificio y muerte, en la que se pierde la guerra para ganar la paz”.
“No sólo soy coraza de guerra. También soy cabeza de paz»
El escritor mexicano Carlos Fuentes murió en mayo de 2012 y la noticia de su deceso se divulgó por todas las agencias de noticias del mundo con la misma prominencia que lo hubiera hecho la muerte de un presidente de un país o un líder histórico, o un cantante controversial. Y no era para menos. Carlos Fuentes fue un “hombre del renacimiento” (Renaissance Man en inglés), así lo definió su amiga, la escritora argentina Luisa Valenzuela en la Feria del Libro de Guadalajara en noviembre de ese año, y añadió que “sospechaba que tenía el poder de la ubicuidad, ya que llevaba una vida intensa, estaba en toda actividad social, cultural o de otra índole y, sin embargo, seguía produciendo y publicando de forma inclemente”. ‘Cubría todas las áreas, lo vemos en sus libros, pero también en su mundo. Abarcaba la política, las artes plásticas, el cine, la antropología, la crítica literaria’.
Ese año se le rindieron sendos homenajes en la FIL, bajo el lema “Carlos Fuentes vive” y Juan Cruz, representante de Alfaguara, el sello editorial que ha publicado sus últimas obras, dijo que “ni una feria entera ni todas las que están por venir serían suficientes para abarcar toda su obra literaria”. Y tal parece que es así. Ese año se presentaron dos libros que pensábamos póstumos titulados “Federico en su balcón”, y “Personas”, un recuento de retratos de personalidades mundiales, una mezcla de vivencias compartidas, iluminadas a través del tamiz de la emoción, no del sentimentalismo, desde Francois Mitterrand, Susan Sontag, y los escritores María Zambrano, Alfonso Reyes, Julio Cortázar y Pablo Neruda, además del cineasta Luis Buñuel y políticos mexicanos como Lázaro Cárdenas, entre otros. “Personas” era el libro en que trabajaba cuando le sobrevino la muerte, y al mes siguiente de ese mayo de 2012 fue publicado. Pantallas de Plata, un recorrido biográfico por las películas que tanto amó fue publicado a fines del 2014, y lanzado también en la FIL y ahora, en la próxima feria (y con presentaciones en diferentes capitales desde su publicación en junio de este año) sale un cuarto libro póstumo, “Aquiles o el guerrillero y el asesino”.
¿QUIEN ERA CARLOS FUENTES?
Sin la figura de Carlos Fuentes no sería posible entender la narrativa mexicana en especial y la latinoamericana en general. Era un intelectual de reconocimiento mundial y su obra abarcó novela, cuento, teatro y ensayo. Fue diplomático, una voz decisiva en la política de su país, profesor en varias universidades de prestigio, ganador de numerosos premios a lo largo de su vida, que cabalgó con brío por casi 84 años y una referencia obligada, a quien se le rindieron todos los honores al momento de fallecer en el Palacio de Bellas Artes y en el cementerio francés donde reposan sus restos, junto a los de sus hijos. Destacan entre sus obras “La región más transparente”, con la que inicia su rutilante carrera literaria y se pueden mencionar Aura, La muerte de Artemio Cruz, Gringo Viejo y Terra Nostra entre los muchos títulos que publicó.
Carlos Fuentes, por cosas del destino, nació en Panamá, donde su padre era parte de la delegación diplomática mexicana. Posteriormente vivió en Montevideo, Río de Janeiro, Washington DC, Santiago de Chile, Quito y Buenos Aires, y regresó a México cuando tenía 16 años para culminar su bachillerato y estudiar derecho y luego economía, en Suiza. Fue embajador de su país en Francia y un ciudadano del mundo, que empezó escribiendo en una revista mexicana y opinaba constantemente sobre la política mundial. Renunció a su puesto diplomático en protesta por el nombramiento del ex Presidente Gustavo Díaz Ordaz como embajador de su país en España, después de la muerte de Francisco Franco.
AQUILES O EL GUERRILLERO Y EL ASESINO
Cuando ya pensábamos que habíamos leído todo de Carlos Fuentes, se publica en conjunto con el Fondo de Cultura Económica y la editorial Alfaguara una obra en que estuvo trabajando por veinte años, comprensiva del conflicto colombiano y la inclemente violencia que lo azota desde mediados del siglo pasado y cuyo protagonista principal es el guerrillero Carlos Pizarro –uno de los jefes del movimiento guerrillero M-19— y en cuya biografía se basa para novelar una vida carismática, con luces y sombras. Aquiles es el nombre que le pone, en referencia al héroe de la Guerra de Troya y uno de los principales protagonistas y guerreros de la Ilíada de Homero.
La obra final fue editada por Julio Ortega, escritor peruano que trabajó con el autor en la universidad de Brown y gracias al empeño de la viuda de Fuentes, su “guerita” Silvia Lemus, y es notable el vigor con que empieza, donde vemos la prosa vigorosa y barroca del escritor fallecido y la descripción de cada uno de los países latinoamericanos de una manera puntual y profunda, demostrando su amplio y profundo conocimiento de Latinoamérica y de los males que nos afectan: “Chile azorado de que la democracia más firme pudo caer en la dictadura más salvaje, Argentina azorada de que la sociedad más rica y más educada pudo engendrar los peores monstruos militaristas y el asombro de la miseria de basurero, Uruguay azorado de que en la Suiza de América la tortura haya reinado sentada sobre un potro y dos cátodos eléctricos, Brasil azorado de que el país crezca de noche mientras los brasileros duermen, el Perú nunca azorado porque siempre estuvo jodido, Venezuela azorada de que las rentas se acaben y haya que ponerse a trabajar mientras Bolivia azorada de que tantas desgracias no la hundan jamás. Paraguay azorado de que aún haya hombres vivos en su suelo después de tanta sangría, Ecuador azorado de que en el cielo haya un hoyito para ver Quito, Panamá azorado de que le puedan cortar en dos el corazón y seguir vivo, México azorado de que se acabe la paz social y el progreso de la revolución institucional, Cuba azorada de que el caimán se muerda la cola, Centroamérica nomás azorada de ser, palpándose los ojos, los pechos, los güevos, la delgada cintura del dolor”… Estas son las preguntas que se hace el novelista al emprender el relato, preguntándose si los países solamente se parecen en lo bueno –la cultura, la lengua, la simpatía, el abrazo, la identificación misma – pero no en lo malo, teniendo cada uno su lote de problemas.
Se embarca en la vida y la muerte de Carlos Pizarro desde la perspectiva de que la verdadera tiranía de Colombia ha sido la violencia “una emperatriz con velos negros y guantes ensangrentados, con el vientre estéril, la vagina supurante y las ubres pródigas, amamantando a sus hijos con una leche envenenada, que segaba una vida en cuestión de horas y a veces en asunto de siglos…”. Narra las instancias políticas previas a que se institucionalizara la violencia y las relaciones que lo han unido a colombianos destacados en política y literatura y pone una reflexión de Alfonso Reyes, escritor mexicano que era atacado por las falanges folclóricas cuando decía que “la literatura mexicana será buena porque es literatura, no porque es mexicana”.
La decisión de publicar este libro, que fue cebado a lo largo de los años, se debió a que se vislumbraba un fin a esa tirana que tiene el país vecino, con la firma de los acuerdos de paz, sueño que se vio truncado por el rechazo del plebiscito el pasado 2 de octubre. “La violencia es la novia envenenada de Colombia o la cónyuge salvaje del marqués de Sade, la meretriz llamada violencia”, son algunas de las crípticas descripciones que usa Carlos Fuentes en este libro, que si bien tiene falencias producto de no haberlo concluido, ofrece una mirada lúcida y crítica de Colombia y un poco de Latinoamérica. Según Jorge Iván Parra, en su crítica “El inacabado testamento literario de Carlos Fuentes” hay que leerla porque vale como novela histórica; pero, sobre todo, porque es el testamento literario de un titán de la narrativa latinoamericana: Carlos Fuentes.