Muchas veces he querido publicar algunas de las cartas que tengo la fortuna de recibir, de amigos artistas que residen en ciudades tan interesantes como París o New York, y que retratan la realidad que ellos viven, un poco alejada quizás de la nuestra. Pero la que a continuación me atrevo a reproducir tiene un hondo contenido humano, y habla de la amistad y el comportamiento social de los seres humanos. Con ello pretendo compartir con los amantes de la buena escritura un relato de lo que fue para uno de los asistentes el funeral de Julio Cortázar, en París:
“……….Ayer lo enterramos a Julio Cortázar, en el cementerio de Montparnasse, fallecido de leucemia a los 69 años el domingo pasado. El lunes se inauguró una exposición de un libro de serigrafías de Luis Tomasello, artista cinético bien conocido, con textos de Cortázar, título: Negro el O, el color de la nada…. (así comienza el texto….) y lo entierran el martes, St. Valentine’s Day, en la misma tumba que su última compañera norteamericana, Carol Dunlop, muerta de cáncer, como Cortázar, hace 14 meses no más. Esta extraña constelación, definitivamente literaria, se parece a un cuento………de Cortázar. El martes pues nos reunimos en el cementerio de Montparnasse los amigos latinoamericanos de Julio –yo, aunque le hice en 1961 el primer artículo importante aparecido en la prensa argentina sobre su obra desde París, nunca fui íntimo pues su interés por la pintura era superficial, anecdótico. También estaban amigos suyos de la UNESCO, donde trabajó 20 años como traductor y también los infaltables curiosos. La ceremonia fue corta, banal, fría como la soleada mañana invernal con el viento del este barriendo Montparnasse, sin palabras ni discursos –sin ceros o no—quizás to ha sido dicho ya por periódicos y radios. La televisión estaba presente despertando el narcisismo inconsciente de todos más preocupados de presentar un buen perfil al ojo impiadoso de las cámaras que de honorar con recogimiento al amigo desaparecido. Pero en general todos cumplimos con nuestro deber, especialmente las dos viudas “oficiales” del difunto, abandonadas hace largos años pero reivindicando el primer puesto del cortejo, llorando lo conveniente frente al foso donde Julio reposará sobre Carol, la joven de 37 años, su último amor.
Magnífica y extraña generosidad femenina, que ante la muerte de los “famosos” borra celos y desengaños retrospectivos…….. Como se debe, amigos o no, reales o de ocasión, pisotearon las tumbas adyacentes para ubicarse estratégicamente frente a los fotógrafos que inmortalizaron el desfile fúnebre con la sonrisa satisfecha de unos –¡estamos vivos! – el sombrero bien calado sobre el cráneo de otros –hacía frío, no?— o aquel que pasó con las dos manos en los bolsillos y mismo quien lo hizo con el cigarro entre los dientes! En fin, un acto bien actual, sin orden ni rito alguno, religioso y civil. Evidentemente, para nosotros la muerte no significa nada, simplemente se deja de vivir, y los muertos no son más que abonados ausentes de la guía telefónica… Nos hemos quedado sin el Gran Referente intemporal y no nos queda más que la multiforme sucesión inmemoriosa de la actualidad….”
1 COMENTARIO
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Este artículo fue escrito en 1984 y publicado en La Prensa. Ese año, el 12 de febrero, murió Julio Cortázar en París. Mi amigo, el también desaparecido pintor argentino Jorge Pérez Román, me envió este hermoso texto. En ese tiempo, las cartas que intercambiábamos eran, o a máquina o manuscritas y … Leer másél lo hacía de esta manera. De hecho, encontré el artículo que reproduzco escrito a máquina, por lo que me tomé el trabajo de levantarlo en la computadora.
Mi interés en publicarlo en esta ocasión precisamente es porque precisamente se están conmemorando los 25 años de su desaparición física.