Muchas canciones aluden al corazón, como el «Corazón partío» o el «Corazón en los huesos» (la primera de Alejandro Sanz y la segunda de Joaquín Sabina). Lo cierto es que el corazón se ha puesto de moda, y ahora vemos hasta campañas políticas «de corazón» y «corazones azules» pintados en las calles. Ya el corazón en Panamá no es sólo asunto de la Teletón que este año veo difícil, después del arrebato por lo de Margarita Henríquez.
Recientemente, no sólo los corazones se rompen, sino también los silenciadores, las llantas y los rines de los autos, por las condiciones deplorables de las calles de la ciudad, y las carreteras, especialmente la Interamericana. Me ha tocado recientemente trasladarme de noche hacia Coronado y alrededores. La carretera es una boca de lobo, no se ve ni el centro y menos los huecos (por no decir cráteres) que están por todos lados; más difícil es avistar los letreros que indican el límite de velocidad. En estas idas y venidas al interior, es difícil esquivar un hueco sin caer en otro. Es algo deplorable lo que presenta esta autopista, que está llamada a ser la vía que lleve a los turistas y residentes nuevos de los múltiples proyectos que se promocionan a nivel internacional. Si bien se trabaja con ahínco en la Cinta Costera y en la autopista Panamá-Colón (que ya de por sí tiene diez años de atraso), se han descuidado de forma irresponsable las condiciones de las vías normalmente recorridas por propios y ajenos.
Lo de la iluminación es aún peor. Muchos accidentes ocurren por la ausencia de la misma, así como de la señalización. Entre uno estar pendiente de no caer en un cráter, no meterse en otra vía, poco se puede hacer mirando los avisos de velocidad permitida o de acceso a las poblaciones. Los peatones deambulan de manera temeraria, muchos bajo los efectos del alcohol y hay que estar ojo al Cristo para no llevarse uno por delante. Yo tengo un buen carro, bastante fuerte, pero se me ha partido el silenciador en el medio, por caer en esos insoportables huecos de la vía Interamericana. No quiero ni pensar lo que habrán sufrido aquellos con carros desvencijados, se les habrá partido el vehículo o les habrá quedado en los huesos.
En la ciudad las cosas no están mejor. Las capas de asfalto, una y otra vez han creado un escalón que se ve pronunciado cuando uno tiene que salirse de la vía y entrar a una casa o edificio. Eso daña el eje del automóvil, a veces se lo parte o se lo deja en los huesos. Lo malo no es que lo sigan haciendo, lo peor es que en menos de un par de semanas, esas reparaciones vuelven a abrirse, por el uso y abuso, por utilizar los materiales inapropiados y por las corrientes de agua. Yo añoraba, a partir del 2000, la acción y decisión de Luis Blanco ante el Ministerio de Obras Públicas, durante los cinco años aciagos posteriores, pero las cosas siguen igual o peor. La avenida Nacional presenta un panorama marciano, es impresionante lo que está ocurriendo en esa importante vía, cráteres donde un auto pequeño puede perder un neumático o quedar con el eje partido.
Las acciones deben ser coherentes y armonizadas: si se quiere crear y ofrecer, luego de tan ingentes esfuerzo que hace la Autoridad Nacional de Turismo, un destino atractivo para invertir, no se puede tener calles y autopistas que parecen de Haití. No queremos dejar nuestras humanidades (y medios de transporte) en un hueco de éstos, y que cada día se haga más insoportable conducir en esta ciudad de circo.