05-03-2009 | MARIELA SAGEL
Hoy celebramos la cuarta elección general para escoger presidente(a), diputados, alcaldes y representantes, en menos de dos décadas, posterior al trauma que representó la invasión y los años que la antecedieron. Aparte de eso hemos tenido varios referéndums que han mostrado la voluntad de los panameños, gústele a quien le guste. Y sus resultados los hemos respetado y no ha habido ni aspavientos ni violencia que empañe ese juicio del pueblo y por ello debemos estar más que orgullosos y seguros de que las elecciones de hoy van a reflejar lo que sienten las grandes mayorías.
Cuando se realizó el último referéndum, el ex ministro de Economía, Ricaurte Vásquez, sentenció: “En este momento, o se toman decisiones profundas o seremos un país emergente con un canal ampliado”. También dijo un economista que “Este país está de moda y condenado al éxito, porque la gente cree en Panamá y porque tiene las condiciones para crecer”.
Los últimos cinco años han experimentado un crecimiento sin parangón en sectores como la construcción, los servicios logísticos y el turismo. Comparando las cifras del quinquenio con lo que se dio en la década del ’80, Panamá se ha posicionado, finalmente, como un destino turístico. La infraestructura ha distado mucho de ser la ideal para ir al ritmo del desarrollo e interés que han tenido los inversionistas, pero eso tiene que ir aunado a una política de Estado —que no es lo mismo que de gobierno—, que sea consecuente con la visión del país que estamos construyendo. La prueba más fehaciente que tenemos de lo que puede ser un mal gobierno fueron los cinco años de pausa que tuvimos entre 1999 y 2004, —en 2001 el crecimiento fue apenas de 0.6%, y en el 2006 logró alzarse con 8.7%—, estadísticas que muestran cómo un país dinámico, el más alto en toda la región, puede levantar vuelo a pesar de la ineptitud de sus gobernantes.
Pero la bonanza y la aparente riqueza que se ve en la capital y otras ciudades del interior no son cónsonas con la incidencia que este impacto tiene sobre las clases menos favorecidas. Hay que hacer que todo esto permee a los sectores más pobres y para eso no se tienen que adoptar medidas populistas, sino políticas de Estado que hagan un balance entre los niveles de crecimiento espectaculares —la mayoría de las veces impulsados por enclaves internacionales—, que coadyuven a cerrar las brechas. Es necesario enfocarse en la educación, en el cambio de actitud y ofrecer alternativas de empleo a niveles técnicos. Reforzar la seguridad y resolver el transporte masivo de pasajeros en la ciudad capital.
A la par de todas las tareas pendientes que deja este gobierno, que ha hecho mucho, pero ha dejado tanto por hacer, está la estabilidad del país, que ha ostentado ante el mundo y ha creado seguridad para la inversión. Parafraseando a Mercedes Sosa, “la tarea es urgente” (en La canción es urgente) y no hay que parar la maquinaria ni para coger impulso. Quien sea que salga electo (a) en las elecciones de hoy tendrá el reto más grande en la historia post invasión: capear una crisis mundial y mantener no solamente los ritmos de crecimiento que hemos llevado en forma sostenida, sino llevarlos a que éstos beneficien a la gran mayoría de panameños que han sido excluidos. Por eso nuestro voto tiene que ser pensante y sin tirrias. Tenemos que votar por Panamá.