El Siglo, 20 de diciembre de 2010
La noticia de los Wikileaks ha estado en todos los titulares del mundo, pero en Panamá tenemos nuestra propia versión vernácula, que no deja de espantar y empañar la percepción que existe de la deplorable administración de justicia que vivimos y la renuncia no muy clara de un embajador de lujo como Jaime Alemán, en la misión que podría considerarse la más importante en las relaciones exteriores.
El destape de la espantosa corrupción que existe en el Ministerio Público, donde a todas luces se ha infiltrado el narcotráfico y los jueces y fiscales andan rampantes haciendo y deshaciendo –sin haber calentado las sillas desde que fueron nombrados – ni siquiera levantan el interés de las pulcras organizaciones para el desarrollo de las libertades ciudadanas o la alianza pro justicia.
El caso del ex Presidente Pérez Balladares toma visos de una obsesión enfermiza por seguir perjudicándolo, no solo personalmente, sino a toda su familia. Los auditores forenses del Ministerio Público certificaron en una amplia declaración jurada que no hay evidencias de blanqueo de capitales en las empresas que son motivo de desvelo del Fiscal encargado, y hasta los auditores del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses afirmaron ante este obsesionado funcionario que las transacciones de las sociedades afines al caso ‘fueron razonables’.
Ahondando más, la propia ex directora de la Unidad de Análisis Financiero declaró que nunca recibió banderas rojas de los bancos, sino que la investigación se hizo en base a los rocambolescos reportajes del diario que se precia de decir la verdad, cuando lo que tiene es otra obsesión malsana que sesga cualquier información que tenga que ver con el ex Presidente.
Con estas fiestas que empiezan esta semana, nos pueden tratar de meter un ‘gol’, al estilo Bocas cuando el mundial de fútbol. Hay que estar vigilantes porque hay que tener siempre presentes que ‘hoy por ti, mañana por mí’. La verdad siempre sale a flote y a la larga, solamente saldrán fortalecidos los que han sido demonizados por el simple hecho de haber liderado una gestión que demostró, sobre todo, que hizo avanzar a este país, no con promesas electoreras, sino con obras que no se fueron colapsando a la primera lluvia que cayó, ni favoreció a un grupo de amigotes que es muy probable que el día de mañana ni siquiera contribuyan con sus impuestos a que vayamos bien.