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CRISIS DE LA DEMOCRACIA

Por Mariela Sagel, La Estrella de Panamá, 17 de julio de 2016

Me declaro una gran admiradora del sociólogo Zygmunt Bauman, polaco judío de nacimiento, que ha pregonado desde hace décadas la idea de la “modernidad líquida” –una etapa en la cual todo lo que era sólido se ha licuado, para hacerlo pasajero, temporal, solamente válido hasta nuevo aviso–. Recientemente Bauman, que tiene 90 años, sostuvo una interesante conversación con el filósofo español Javier Gomá, a quien también admiro por sus planteamientos y por su coraje en expresarlos, gozando de una rebelde juventud, y durante ella conversaron sobre la trampa que son las redes sociales.

Ha sido constante la denuncia de Bauman de la desigualdad cada vez más creciente en los países y la caída de la clase media, que la ha llevado a un estado de precariedad que tiene voz propia y que mal manejado, puede no tener consecuencias, como ha sido el caso del movimiento de los indignados en España.  Cada día es más evidente la desigualdad que existe en nuestras sociedades – no solo la panameña, que se ha hecho casi abismal – y el descrédito de la política y su visión nada idealista para la solución de los problemas de los pueblos.  Este polaco, que vivió el nazismo en carne propia y militó en las filas de los comunistas hasta que una purga en su propio país lo obligó a irse a Israel, siempre opina sobre la trampa que son las redes sociales, en estos momentos de insatisfacción con la mayoría de nuestros gobernantes.  Es categórico al indicar que la teoría de que se prometió de que la riqueza de los de arriba se filtraría a los de abajo ha resultado una gran mentira. Advierte que se ha perdido el sentido de comunidad en un mundo individualista, y esto lo vemos en cada aspecto de la vida, hasta en el familiar.

En resumidas cuentas, la democracia tiene metástasis por culpa de la catástrofe de arrastrar a la clase media al precariado, pues el conflicto ha pasado a ser no entre clases sino a nivel individual, de cada uno con la sociedad.  Si para él hay crisis en la democracia, en Panamá ha colapsado la confianza.  Nuestros líderes no son solo corruptos o estúpidos (especialmente nuestros diputados y magistrados de la Corte de Justicia) sino que son incapaces (muy acertadamente nuestros ministros y hasta el Presidente).  Para actuar se necesita poder y ejercer política, pero ambos, en manos del estado, no ha funcionado.  El poder lo tienen otros pero las políticas siguen siendo tan criollas y locales como antes y las dictan quienes tienen el poder, no los políticos que son unos tontos útiles. La gente no cree en el sistema, porque no cumple sus promesas, de allí el gran desencanto con el actual gobierno, a dos años de haber asumido.  Los fenómenos a que nos enfrentamos son globales pero los manejamos con métodos parroquianos y artesanales.  La crisis de la democracia es la crisis de las instituciones democráticas.

Los temas agobiantes como la seguridad conllevan a la falta de libertad, y esto ha mermado la percepción que tiene la gente de vivir en democracia. Ya nadie cree que el futuro será mejor.  Todo el terrorismo que se ha desatado en el mundo nos debería hacer reflexionar sobre las realidades de nuestro país y el peligro de que lleguemos a ese estado irreversible de caos.

En cuanto a las redes sociales, el sociólogo polaco afirma que éstas han cambiado la forma en que la gente protesta, que es un “activismo de sofá” y que internet nos adormece con entretenimiento barato.  Es como el nuevo opio del pueblo.  Las redes crean un sustituto, añades y quitas amigos, controlas con quién interactúas y de alguna manera palia el miedo a la soledad que sienten muchos.  En la vida real la cosa no es tan sencilla y requiere que uno se enfrente a retos y los supere.  El diálogo no es hablar con quien piense igual que tú.  Las redes se usan para encerrarse en nuestras zonas de confort, para escuchar el eco de lo que decimos, son útiles pero son una trampa.