‘EL JARDÍN DE LAS CENIZAS’
MARIELA SAGEL
Con esta tercera publicación, se completa el trabajo que la autora Gloria Guardia iniciara en 1976 con ‘El último juego’
En junio pasado se presentó en Panamá el libro El Jardín de las Cenizas, de la escritora panameña Gloria Guardia, con el cual culminaba una trilogía que empezó con El Último Juego y siguió con Lobos al Anochecer. Se trata de una saga familiar y es un relato muy ágil de la historia de nuestra república y, sobre todo, de sus gentes, durante el siglo pasado.
Publiqué en este mismo diario una entrevista a Gloria recién había presentado su libro, con el compromiso de reseñarlo una vez que lo hubiera leído. Confieso que su lectura ha superado mis expectativas, y eran muchas, ya que cuando ella ganó el premio de novela centroa mericana con El Último Juego, en 1976, me leí la edición rústica con la que se estrenó, así que he esperado este desenlace por 35 años. Gloria tiene bien merecido su reciente inclusión en La Enciclopedia de las Novelas, que le otorgó la prestigiosa universidad de Oxford. La publicación ‘se remonta –al menos en Occidente- al siglo XVII, o sea a Cervantes y a los iniciadores de la novela moderna. Se trata de una enciclopedia que cubre cinco siglos en Occidente y muchos más cuando se incluye a la China, al Japón, y a los países árabes que forman parte del Mashreq’.
El Jardín de las Cenizas fue aceptado en esta prestigiosa publicación, tal como dice el dictamen ‘tras realizar múltiples consultas con autoridades universitarias. Ellos, enseñan la obra y la recomiendan a colegas de otras universidades’.
LA OBRA
El Jardín de las Cenizas se desarrolla en dos tiempos, lo que demuestra con creces el manejo de tanto la trama como de los datos históricos que la llevaron a culminar esta trilogía titulada Maramargo. Un tiempo es cuando nuestro país recibe el Canal de Panamá, las ceremonias celebradas en torno a ese hecho histórico, y lo que falta del año de fin de siglo. El otro inicia en 1925, girando en torno al surgimiento de movimientos como el de Acción Comunal y el Frente Patriótico de la Juventud y va desarrollándose de forma envolvente hasta 1931. El tiempo actual es el relato de un personaje que recuerda lo que pasó en los años veinte en el Panamá que se enfrentaba ante muchas disyuntivas, con toda serie de coyunturas mundiales y agendas políticas adversas a lo que debía ser una nación independiente y soberana.
La autora le da un tratamiento a toda la trama en forma íntima por parte de los personajes, rigurosa en cuanto a la historia y categórica en relación a su posición ante los hechos que marcaron pautas en nuestro devenir nacional. Aún cuando a algunos le asuste que el libro tenga 550 páginas, los relatos en sí se desarrollan en 400 de ellas y el resto es una referencia valiosísima no solo a las fuentes que consultó sino también un dramatis personae de la saga (lista de personajes), los protagonistas de la historia de Panamá que se convierten en ficticios al interactuar con los de la saga y un valioso cuadro cronológico que contrapone, desde el año 1817 lo que ocurrió en la historia y lo que acontece en la trilogía. Un trabajo de filigrana.
Desde que empecé a leer a Gloria, con El Último Juego recién obtuvo el premio, y posteriormente con su novela Tiniebla Blanca (en 1979) me cautivó sobre todo la manera refinada que le da a los personajes, la difícil descripción y hasta sublimación de los encuentros amorosos, manejando con maestría el tema erótico, y la agilidad que le imprime a los diálogos. Esta culminación de Maramargo no deja de sorprenderme porque en El Jardín de las Cenizas la autora demuestra que ha dedicado muchas horas tanto a armar la cartografía de un tema tan complicado como el manejar dos escenarios en dos tiempos, con coincidencias en sus orígenes y sus efectos, como en cuidar la exquisitez de que hace gala para estructurar cada personaje, al punto que uno se imagina los lugares que describe así como las circunstancias por las que cada uno de ellos atraviesa.
Uno de los más valiosos aportes que le veo a la historia, y que debe ser leída por todo el que pretenda ser expertos en política (y de esos ‘analistas’ hay muchos) es la forma en que desgrana la personalidad entreverada de Arnulfo Arias y cómo el partido que fundó es apenas un cascarón sin fundamento, que se apropió del himno de Acción Comunal, cuando no tiene nada que ver con los principios que perseguían los destacados forjadores de ese movimiento. No me alcanzaría el espacio de esta reseña para señalar todos los aportes que ofrece el libro.
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