MARIELA SAGEL
La Estrella de Panamá, 19 de febrero de 2012
La historia se repite una y otra vez, sin que aprendamos sus lecciones. Nos abocamos a modernizar los usos cotidianos y nos olvidamos de educar a los usuarios en una cultura que, en la mayoría de los casos, ha estado ajena a lo que se hace cotidianamente.
La cultura de masas se define normalmente como un tipo de costumbres basadas en el consumismo, en el acceso permanente a nuevos productos que van desde los más simples a los más complejos, en la unificación de conceptos o fenómenos culturales a nivel global, en la anulación de las diversidades, en el acceso a diversas modalidades de una mayor parte de la población. Todos estos elementos pueden ser considerados negativos o positivos de acuerdo a la postura ideológica de cada uno.
Se percibe esta imposición, en el caso de las tarjetas del Metrobús, como algo sospechoso, al punto que se cuestiona que se cobre por el plástico, cuando es obvio que el mismo cuesta producirlo, al tiempo que no se tiene la opción de pagar de otra forma. En otros países la adquisición de una tarjeta prepagada ofrece descuentos y ventajas, tanto de agilidad como de seguridad. Extraño que no se haya anticipado esta reacción, especialmente de la empresa que maneja ese sistema, teniendo una experiencia internacional que da por descontado que lo más importante es la educación que se haga previa a la implementación de un determinado servicio.
Esto debería ser tomado en cuenta por la Secretaría del Metro como una prioridad. En Panamá carecemos de una cultura de metro, jamás hemos tenido uno y no necesariamente una gran mayoría de los usuarios ha tenido la oportunidad de viajar y usar los transportes masivos que son tan efectivos en las grandes urbes. En Nueva York o en París, Londres, Washington, Montreal y Caracas, por decir solo algunas ciudades, hasta el más encumbrado ejecutivo usa el metro, no solo por las ventajas del tiempo que se ahorra, sino por la imposibilidad de conseguir espacios para estacionar los autos en las calles o solares disponibles.
Hace poco resalté la forma en que los panameños nos comportábamos en la antigua Zona del Canal y que tal parece lo seguimos haciendo en los predios que ocupa el edificio de la Administración. Esto lo observé cuando estuve en el concierto de Rubén Blades. También esa actitud de respeto y convivencia es notable en Caracas, aún cuando el venezolano es muy parecido al panameño. Cuando ingresan al metro es como si vivieran en Washington, se comportan de otra forma, muy civilizada.
Esa educación de cultura de masas debe ser anticipada y permear, no solo a través de los medios de comunicación y de propaganda bien orientada, sin enfocarse únicamente en resaltar la gran inversión que es el metro y el mérito del gobierno de turno por haberlo construido, sino la forma en cómo se debe uno comportar, qué se espera de sus servicios y cuáles modalidades se van a usar. Es una forma de accionar y anticiparse a los problemas, no reaccionar y salir al paso cuando surgen las crisis, como estamos acostumbrados. Ya han sido suficientes los ejemplos que hemos vivido en Panamá, y también en otros países con la misma idiosincrasia. Para luego es tarde.