La semana pasada finalmente le entregaron al poeta César Young Núñez la condecoración Rogelio Sinán, que por la ley 14 de 7 de febrero de 2001, que fue reglamentada mediante Decreto Ejecutivo No.47 de 25 de febrero de 2002 obliga al Estado panameño hacerlo el día 25 de abril, fecha en que se conmemora el natalicio del escritor tabogano y que coincide por un día con el cumpleaños del poeta que este año mereció ese reconocimiento.
Si bien apenas se hizo la movilización de recoger firmas y elevar protestas por la posposición ‘por orden presidencial’ para después de los comicios, las autoridades del Instituto Nacional de Cultura (INAC) recularon tratando de enmendar esa metedura de pata. Por un lado, alegando que estaban embargados de dolor por la muerte del escritor colombiano Gabriel García Márquez (que ni un pésame extendió el gobierno al respecto) y por el otro buscando desesperadamente un proveedor para la medalla —que para esa fecha no tenían—, decidimos hacerle al querido César un acto de desagravio. No estaba claro si de verdad cumplirían esa promesa, especialmente porque en cuanto a escritores y sobre todo poetas, esta gestión del INAC va a ser recordada por la desidia y el incumplimiento (como ha sido el caso de la impresión de los libros de Manuel Orestes Nieto y de Giovanna Bennedetti, por mencionar un par) amén de los otros desmanes que ha cometido, contra el patrimonio histórico —que ya es irreversible con esa aberrante Cinta Costera III— , contra la expresión del arte pictórico libre (murales del 9 de Enero) y muchas otras más que mejor ni sigo enumerando.
Le pusimos desagravio porque así lo exige la etiqueta: para César fue una ofensa y un perjuicio que inclusive vulneró su endeble salud. Al desagraviarlo quisimos compensarle (sin medalla ni cheque, pero con mucho cariño y verdadera amistad) el mal rato que pasó y la angustia que le creó la escueta posposición de su merecido homenaje.
Esa tarde nos dimos cita sus amigos, muchos de los cuales fueron al acto posterior del INAC (al que la ministra de Educación no se molestó en asistir) y en palabras sentidas y muy emocionantes Gloria Guardia, Gloria Rodríguez, Silvia Calvit, Margarita Vásquez y Luis Eduardo Henao, entre otros, le rindieron un verdadero testimonio de amistad y respeto, y el poeta recitó unos sonetos de memoria y con esa sagacidad y chispa que siempre lo han caracterizado. Antes de recordar los hermosos versos de la poetisa mexicana Ana María Rabatté, Henao, que es su editor, mencionó acertadamente que el reunirnos hoy aquí, más que un acto de desagravio es un acto de reivindicación de un ser que debe ser mirado como paradigma en momentos que vive nuestra patria, y que sin desearlo ni buscarlo, ha sufrido, gracias a Dios tenuemente, los efectos del desprecio con que todos los gobiernos, miran nuestro quehacer cultural.
La elocuencia de Gloria Melania Rodríguez y la elegancia de la laureada escritora Gloria Guardia, cuyas palabras eran verdaderas piezas de erudición, conmovieron al poeta a tal punto que dice que todo se manejó como los genios de una lámpara. Lo importante es que lo hicimos feliz, felicidad que continuó al día siguiente en el acto que le ofreció el INAC en el Teatro Nacional, con la formalidad que la ocasión merecía.
Como nunca faltan las voces agoreras, hubo comentarios mordaces de si debía hacerse un desagravio sobre algo que no era un agravio por la simple confusión que una persona tenía. Lo sorprendente fue que una muy estirada asesora de imagen y etiqueta ripostara con frases racistas hacia el poeta, al que todos le ofrecimos ese acto sencillamente porque ‘si quieres hacer feliz a alguien que quieras mucho… díselo hoy, sé muy bueno en vida, hermano, en vida…’.