30 de Agosto de 2009, Opinión
La Estrella de Panamá
Existe un viejo y conocido refrán que afirma “Siembra vientos y cosecharás tempestades” del que no hemos podido escapar a lo largo de nuestras vidas, porque funciona como un gran karma que rige los destinos de todos. Y además es ley natural de vida. Si vas por ella siendo patán y desconsiderado, igual trato vas a recibir.
Esto viene a colación por la preocupante animadversión que se ha ido levantando entre los funcionarios a los que les compete el manejo de la administración de justicia y el todopoderoso Zar Anticorrupción. Y digo preocupante, porque este señor se ha dado a la tarea de cuestionar la labor de la señora procuradora, por el simple hecho de que fue nombrada por el gobierno anterior. No se da cuenta el zarino que con la misma vara lo pueden medir a él cuando quien lo nombró decaiga en las preferencias de los panameños. Dijo Casimiro en su intervención reciente, que el asunto “ era máscara contra posaderas ”. Para mí hay algo de misoginia en el tema y también de arrogancia y engreimiento por parte del señor Núñez Fábrega.
Los funcionarios estrenados ya no tan recientemente —cada día menos— deberían entender varias cosas, si se quiere llevar la fiesta en paz y capitalizar el gran voto de confianza que se depositó en ellos el día de la elección. Ningún favor le hacen a la ciudadanía emitiendo conceptos y opiniones con lo primero que se les viene a la cabeza, sin sopesar las consecuencias que una determinada acción o decisión puede tener en el corto y mediano plazo.
La administración Martinelli tiene en este momento no solo la simpatía, sino los escenarios ideales para hacer el mejor trabajo a todos los niveles y hacer realidad los cambios prometidos en sus eslóganes de campaña. Pero con respeto y sin aspavientos. Hace falta instalarles a algunos funcionarios un filtro entre el cerebro y la lengua. Y entender que ya pasó la campaña y que las posturas histriónicas deben dar paso a acciones coherentes y encaminadas a lograr un gobierno efectivo y que realmente haga honor a las vallas que siembra a diestra y siniestra: ahora le toca al pueblo.
Ese mismo pueblo está a la espera de que se le solucionen sus problemas de transporte y seguridad, que son dos de los temas más recurrentes en la preferencia de los electores, al mismo tiempo que se abran nuevas fuentes de trabajo y mejores oportunidades, que solo se lograrán al echar la economía boyante que teníamos otra vez a andar sin titubeos y con decisión, sin tanta persecución y peleas infructuosas.
Y cumplir con la palabra empeñada en la campaña, pero de verdad y no de la boca para afuera. Una de las grandes decepciones del gobierno anterior fue que su mercadeo se enfocó en tres promesas, dos de las cuales se quedaron en una cuneta del desvío. Y este gobierno elegido por una abrumadora mayoría de votos nunca antes vista, se basó en una estrategia de ventas donde lo que sobraron fueron los eslóganes y frases que algunas veces no tenían nada en sí, pero que brindaban esperanza a muchos o todos los que de una u otra manera las compraron. El país y los más de tres millones de panameños estaríamos complacidos con que esas promesas se cumplieran y se lograra, al menos, ejecutar los programas y proyectos que beneficien a las grandes masas olvidadas.