Este gobierno y los anteriores no han comprendido (o no les interesa) que lo más importante para una nación es la educación. Invertir en ella es invertir en el futuro del país. Se le da prioridad a los asuntos comerciales, se vende al país como una plataforma de negocios, con servicios de alto nivel, pero no se prepara al ciudadano común para rendir en eso que se quiere vender. De allí viene la queja de que el panameño no está calificado, que es vago o que no se encuentra entre nosotros las personas preparadas para los más altos oficios. Y empieza la contratación de inmigrantes y la bola pica y se extiende.
Con tanto esfuerzo que hemos demostrado al mundo que hemos sido capaces de manejar el Canal de Panamá, a pesar de que gringos y algunos panameños gritaban a voz en cuello que no lo íbamos a poder hacer, deberíamos invertir en contagiarnos de creencia en la educación.
Sería muy provechoso que, antes de que se acabe esta gestión gubernamental – y de que se celebre la Jornada de la Juventud – se declare el «año de la educación» y que todo lo que se haga gire en torno a ella, incluyendo el rescate de los bienes patrimoniales en peligro, la recreación de las artes y las ciencias y, sobre todo, la solución inmediata de los problemas que afectan tanto los centros escolares como las evaluaciones de los docentes y la revisión de los planes escolares.