De primaveras y refranes
La Estrella de Panamá, 1 de abril de 2018
En el hemisferio norte la entrada oficial de la primavera, una de las cuatro estaciones climáticas del año, se da a fines del mes de marzo, cuando se produce el equinoccio, que es el fenómeno que anualmente ocurre dos veces, cuando los polos norte y sur de la Tierra se encuentran a la misma distancia del Sol. Estos tiempos, que son para tener las energías renovadas, nos encuentran más enredados que nunca en la arena política. A pesar de que vemos los robles y los guayacanes floreados (aunque estos últimos están más enredados que nosotros, pues ahora florean cuando les da la gana) y nos energizamos con los vientos del verano nuestro, que no se quiere despedir, la cosa pinta muy complicada.
También se inicia, el mismo día del equinoccio, un nuevo ciclo zodiacal y por eso el mes de abril es tan cantado y evocado poéticamente, está cargado de simbolismo literario y de fuerza vital de la naturaleza y grandes escritores han nacido y partido a y de esta vida terrenal durante los 30 días que tiene el mes de las flores.
Toda esta pirueta evocadora de la primavera, que apenas atisbamos en la floración de algunos árboles y en la caída de sus hojas la hago para pretender entender al país. A inicios de esta semana asistí a un almuerzo que ofreció la Embajadora de Canadá para reconocer a panameños que han aportado en la igualdad de género. Como a ese evento asistió la vicepresidenta, que de milagro no se fue con el presidente en su periplo por Jordania y Roma, estaban todos los medios de comunicación y el país alborotado por ese viaje, en mitad de la crisis institucional por la que atravesamos y que parece no tener fin y me hicieron una sola pregunta: qué opinaba sobre ese viaje?
Mi respuesta fue muy simple: el Presidente puede y debe viajar todo lo que pueda pues nada vende más a un país que una visita presidencial. Pero de esos viajes debe hacerse una rendición de cuentas, informar qué beneficios trajo al país ese costoso desplazamiento. Todavía tenemos en la memoria la foto de la presidenta Moscoso vestida de quinceañera (a sus casi 60 años que entonces tenía) coqueteando con el Rey de España, en uno de esos viajes improductivos que se tiraba y en los que no podía lucir andrajosa, según sus palabras.
Cuando hablo de rendición de cuentas de los viajes me viene a la memoria el libro que publicó el presidente uruguayo Tabaré Vásquez ‘Uruguay, ser en el mundo’ cuando terminó su primer mandato presidencial, en los que informaba sobre cada misión que realizó en el extranjero y los beneficios que trajeron para su país.
No quiero ser mal pensada pero me ‘tinca’ —como dicen los chilenos— que ese periplo por Jordania tuvo un desvío por Roma, para coincidir con el jueves y viernes santo y solo eso explica por qué se llevó al director del Consejo de Seguridad y al del Sistema de Protección Civil. Seguro ellos fueron a lidiar, como han ido todo el que tiene o quiere tener que ver con la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) pero el presidente y la primera dama, que se dan golpes de pecho de ser más católicos que el mismo Papa Francisco, deberían predicar con el ejemplo, porque le cae al ‘callo’ (otra expresión chilena) eso de ‘a Dios rogando y con el palo dando’. Debe hablar con la verdad, decir todo lo que sabe y recibió de Odebrecht, nombrar de una vez por todas los magistrados de la Corte Suprema de Justicia y dejar de inmiscuirse en los asuntos de la Asamblea Nacional.
Y en cuanto a la primera dama, que a pesar de ser una profesional ha tenido una trayectoria errática y a veces se alborota y va a azotar y hacer señalamientos temerarios a los medios, le sugiero que estudie bien con quién se va a reunir para que represente adecuadamente a las mujeres panameñas. Hasta Melania Trump palideció al lado de la esposa del presidente de China, que destaca por su elegancia y buen gusto. Como andamos de dicho en dicho, ‘al lugar al que fueres haz lo que vieres’, no le hubiera sentado mal darle una miradita a la forma de vestir de la Reina de Jordania para no lucir andrajosa. Obligada misión de las mujeres públicas, que tienen que cuidar su imagen a través de su vestuario y sus modales y no caer en el mal gusto, la vulgaridad o la civilización del espectáculo con posturas y poses fuera de lugar.