El pasado martes 10 de febrero se transmitió el debate con los candidatos presidenciales en una televisora local, que lo había anunciado con mucho tiempo de anticipación y con gran pompa. En los días anteriores dos de los tres candidatos a la Presidencia anunciaron que no asistirían, el uno porque presentaría su plan de gobierno al día siguiente y el otro ni me acuerdo por qué. Lo que llama la atención es que el candidato que tiene la preferencia del electorado, aparentemente, no tenía un plan de gobierno, después de ser candidato por diez años.
Lo que fue un esperado intercambio u homologación de propuestas y planes de gobierno se convirtió en una entrevista a la candidata que asistió, o más bien, en un combate de los periodistas que se habían pintado de guerra y no dieron chance a poder estructurar lo que todos estamos esperando: una visión de país para continuar el desarrollo que ha experimentado Panamá durante los últimos años. No deja de llamarme la atención que los dueños de medios son los que sientan la pauta de lo que se dice, se censura o se exalta en ellos, sean impresos o televisivos. Eximo a la radio de esta categorización porque, hasta cierto punto, los dueños de emisoras venden el espacio para que los interesados les den hasta con la suela del zapato a sus adversarios. Si no, hubieran escuchado la intervención de la tía Mayín en el programa «Sobre Ruedas» el viernes pasado, cuando se encontraba allí su archienemigo Juan C. Navarro.
Las sacadas de mangas que hacen los dueños de la libertad de expresión, con seudoalianzas con instituciones internacionales para mirar con lupa alguna falta de los estamentos de gobierno o de quienes ellos no favorecen, no se miden para coartar las auténticas expresiones del pueblo. En la medida que toquen sus intereses, que afecten a sus anunciantes y, sobre todo, que no sigan adulando el cretinismo y a veces, otras desviaciones, la libertad de expresión no existe para ellos o se la apropian. Son capaces de censurar hasta las fotos sociales de quienes consideran los Omen’s. En términos coloquiales, estos son presagios que anteceden a los cambios. Y cada vez que se sienten amenazados en su control de la información inventan una fundación para «analizar» y ofrecer soluciones a los conflictos que muchas veces crean con sus insidiosas publicaciones.
Y volviendo al monólogo (que no fue de la vagina* sino de Balbina), fue impresionante la saña con que los entrevistadores enfilaron su artillería contra la candidata y los ausentes. No hay por qué pagar los platos rotos de los políticos irresponsables y además irrespetuosos con el público, que solo repiten slogans. Los periodistas, pintados de guerra, no dieron chance a profundizar no solo en los programas de gobierno, sino que se enfocaron en temas tan superficiales como sus relaciones de pareja, cómo llegó a tener el patrimonio que declaró, o peor, su vinculación con afectaciones al pueblo que se le achacan a su persona, simplemente porque eso fue sembrado por las «unidades investigativas» de los impolutos medios libres. Aparte de proponer capítulos de transparencia internacional sería bienvenida una institución de transparencia periodística y ser muy estricto e independiente para detectar intereses velados y los que responden a egos desproporcionados o resentidos.
* Eve Ensler escribió Monólogos de la Vagina, obra de teatro para «celebrar la vagina». Muchas actrices famosas, como Jane Fonda y Brooke Shields han participado en sus puestas en escena.