MARIELA SAGEL
El Siglo, 13 de febrero de 2012
Se dice que los Carnavales son las fiestas más importantes para los panameños y esta semana se corrió el rumor de que se iban a suspender por las muertes que hubo en la comarca Ngäbe y los enfrentamientos y amenazas que aún persisten. Se habla también de que los mismos indígenas han conformado una comisión de la verdad para investigar cuántas bajas sufrió ese orgulloso pueblo cuyo único bien es la tierra que poseen y la defienden, de ser preciso, con sus vidas.
La dirigente indígena Silvia Carrera se erigió, durante la semana, en la imagen de la dignidad y más allá del hecho de ser mujer, la revistió su clara definición del respeto que se merecen los pueblos originarios. El ser calificados de drogadictos y borrachos, o de insinuarse siquiera que son manipulados, financiados u orquestados por grupos de izquierda, es hacer mano del más absurdo y falaz facilismo que pueda tener cualquier político, cuando no tiene razones que justifiquen sus epítetos.
Los dirigentes indígenas demostraron, durante la semana que antecedió al inicio de las negociaciones, y que aún continúan y es posible se extiendan o se rompan durante la semana que hoy empieza, que no necesitan quién los dirija, sino ellos mismos. Que sus interlocutores salen de las entrañas de sus tribus, que tienen más sapiencia que muchos revestidos de ‘inteligencia’ militar. En 24 horas se tomaron dos cuarteles de Policía, algo que ni las FARC en Colombia han podido hacer. Y también que aun cuando la señal de sus teléfonos celulares se les cortara, las señales de humo o tambores de guerra eran escuchados mucho más allá de lo que se podían imaginar sus contendores.
Es muy lamentable que, al calor de las emociones, se les haya denigrado de tal forma, especialmente con calificativos de tanta bajeza y, sobre todo, que se le haya extendido a la cacica una invitación ‘a cenar y tomar tragos’. Esa invitación, viniendo de una alta figura estatal, para cualquier persona resultaría ofensiva, más si se trata de alguien con quien se tiene pendiente un problema que requiere seriedad, compromiso y mucho respeto.
Estoy segura de que los pueblos originarios, esta vez en la comarca de los ngäbes y los buglés (una historiadora chiricana me hizo la observación que son diferentes), no llegarían a afectar los Carnavales, porque eso les haría perder el apoyo y respeto que han ganado en esta semana de contienda abierta. Debemos aprender de ellos, que la dignidad no tiene precio.