DOMINGO DE REVOLUCIÓN
Por Mariela Sagel, Facetas, 21 de agosto de 2016
Con el sugestivo nombre de “Domingo de revolución” Wendy Guerra ha escrito una novela descarnada y semi autobiográfica, que persigue mostrar la realidad que viven algunos intelectuales cubanos, aún después de tanta fanfarria con que se anunció el fin del bloqueo y el restablecimiento de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, con algunos guiños a personajes y acontecimientos famosos, que nos confirman la extraordinaria narradora que es.
El domingo de resurrección es para los cristianos la resurrección de Jesús al tercer día después de haber sido crucificado y este juego de palabras es un abrebocas para esta cubana que no llega a los 50 años y que fue alumna de Gabriel García Márquez en el taller de guiones “Cómo contar un cuento”, en la Escuela Internacional de Cine San Antonio de los Baños de Cuba. Se puede decir que la autora es nieta de la revolución cubana y ha heredado de sus antepasados una carga ancestral pesada que la condiciona para actuar, escribir y contar.
SU TRAYECTORIA
A Wendy Guerra la vimos en Panamá el año pasado, que vino a presentar su novela “Negra” en la Feria del Libro, cuya XII versión culmina hoy. Esa novela ahondaba en la esencia del negro, su música, su sabor y el sentimiento de su cuerpo que la mayoría de los cubanos, aunque sean blancos y rubios, lo sienten como propio. Narra con maestría los rituales del sincretismo religioso afrocubano y profundiza en un tema poco explorado por la literatura femenina latinoamericana.
Pero la primera obra narrativa de Wendy Guerra, ya que anteriormente se dedicó por entero a la poesía, es “Todos se van”, que obtuvo el Primer Premio de Novela Bruguera y sobre la cual dijo el escritor español Eduardo Mendoza, jurado del premio, que es “una conflictiva vivencia personal y social narrada sin prejuicios de ningún tipo. Es un viaje instructivo y enriquecedor”. Es una crónica muy personal de la experiencia de muchos cubanos que ven partir a sus amigos y familiares en una isla que ha mantenido un sistema de gobierno por más de 57 años.
Le siguió “Nunca fui primera dama”, en la cual rescata la figura emblemática y casi olvidada de Celia Sánchez –guerrillera activa de la Revolución Cubana y una de las más cercanas colaboradoras de Fidel Castro — y la combina con otras dos protagonistas, de diferentes generaciones, que buscan ganarle la partida al olvido en una narrativa muy vital, desbordante, apasionada, valiente y lúcida, una mezcla de autobiografía y ficción. El resultado es una novela deslumbrante, emotiva, que rebosa libertad, ironía, humor y mucha ternura.
Su siguiente aventura literaria la emprendió con el libro “Posar desnuda en la Habana”, que es un homenaje a la escritora Anaïs Nin, que viaja a Cuba en 1922 tras el rastro de un padre ausente e idealizado, que la abandonó cuando tenía 11 años. Guerra se convierte, a partir de reescribir un diario apócrifo de la escritora estadounidense-francesa, en su heredera contemporánea. Extrajo partes de los Diarios de Anïs Nin y escribió una interesante historia de lo que pudo haber sentido la mítica escritora al llegar a la isla, sus amores y su búsqueda por una identidad propia.
DOMINGO DE REVOLUCION
Todas estas obras, éxitos editoriales y traducidos a varias lenguas, han dado paso a este último libro donde Wendy Guerra se da las libertades de narrar los abismos que se sienten cuando se pierde a los padres, la soledad en que uno se sume cuando los amigos se van, el deseo que se encarniza cuando la visita un apuesto actor estadounidense que viene a buscar una historia que ella desconocía, y el impulso de encontrar una pareja, que la lleva a revisar sus ex amores para darse cuenta que los que se van ya no son los mismos, tampoco los que los rodean.
Es una historia apasionante y reveladora, e inserta instancias tan impensables que solamente se pueden vivir en una isla como Cuba, con todas sus neurosis, como tener al músico Sting en su casa, llegar a México a conocer a García Márquez el día que murió –“siempre llego tarde a lo que me fascina… Abrí la jaula de mi cuerpo dejando salir mis angustias como mariposas amarillas”. De los vericuetos de su narrativa busca el momento de estar en La Habana Vieja el 17 de diciembre de 2014 cuando Raúl Castro y Barak Obama anunciaron el fin de las hostilidades de los dos países que ambos representan, que Guerra llama “la bipolaridad del momento, las casi seis décadas de espera” para concluir, después de varias experiencias, que todo sigue igual, que los cambios sucederán lentamente para que la realidad cambie de color.
Wendy Guerra adora el mar, describe con fluidez su casa en el Vedado, construida en 1935 y acepta que el actor gringo se estrene como productor de un filme revelándole a ella que no nació en Cuba sino en Washington, que su verdadero padre fue un agente de la CIA y hasta su partida de nacimiento obtiene para que ella viaje al estreno del documental en Cannes donde se revela toda esta historia del padre que ella no conoció. Los guiños que hace a los íconos del cine, como Nueva York y Cannes, a los artistas y a los escritores, son apenas un abrebocas de lo que esta escritora, de porte pizpireto y que fue actriz de cine y televisión, nos ha entregado con esta maravillosa novela. La Habana le sabe a sal y sal le pone al café. Adora el mar y no podría vivir sin él. Resiente que sus padres le hayan mentido sobre quién era su verdadero progenitor y está de duelo por ellos, que murieron en un sospechoso accidente de auto. La requisan a cada rato y le borran hasta la memoria de su computadora. No resiste los domingos en la soledad que se ha sumido. Pero sigue viviendo y escribiendo desde Cuba, aunque sus libros no se publiquen allí.
Al final del libro hay una serie de poemas de la protagonista, Cleo, que fueron publicados en un libro premiado por una editorial catalana bajo el título “Antes del suicidio”, que le acarreó toda clase de problemas con las autoridades cubanas.
“Domingo de revolución” está publicado en la editorial Anagrama, que tiene una estupenda presencia en la Feria del Libro que hoy culmina, en el stand de Océano.
“Con la muerte de mis padres aprendí la inutilidad de las dependencias emocionales. Estamos profundamente solos y yo no soy una excepción”.
“Uno solo se tiene a uno mismo”
“Si un minuto basta para morir, cómo no va a bastar para cambiar tu vida”, verso de Eliseo Alberto Diego, poeta y narrador cubano.