Educación Familia Opinión Panamá Publicado en La Estrella de Panamá

Ejemplos a emular

MARIELA SAGEL*

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La Estrella de Panamá, 14 de Noviembre de 2010

El pasado domingo se celebró en Panamá el Concurso Nacional de Oratoria, patrocinado por Cable & Wireless y otras empresas, cuyos premios fueron realmente sustanciosos, si tomamos en cuenta que estaban destinados a una población joven, que seguramente se ha debido sentir muy incentivada a participar. Independientemente de los detalles de convocatoria, preparación y filtros que debieron pasar los finalistas, que fueron los que pudimos escuchar y ver en escenario, me llamaron poderosamente la atención tres detalles: el hecho que una empresa que promueve el uso del celular y por ende, el ‘chateo’, donde no se practica el mejor lenguaje ni la mejor gramática, sea la principal auspiciadora; la calidad del jurado, que además de los destacados panameños de grandes méritos en el ámbito nacional, se vio complementado por figuras mediáticas, políticas y culturales de gran estatura internacional. También el tema me causó gran emoción, porque desde el tiempo que debatimos la ampliación, para la aprobación de la misma en referéndum, he estado muy consciente que una parte de la población panameña no conoce a cabalidad cómo beneficia al país la empresa más importante que tenemos.

Es relevante que un concurso incentive la oratoria en los jóvenes estudiantes, toda vez que se ha demostrado la poca comprensión que hoy día tienen los educandos y los índices que se manejan internacionalmente señalan que Panamá debe hacer mucho en el campo educativo. Muchas son las obras que apuntan no solo esta carencia en Panamá, sino en toda América Latina —el último libro de Andrés Oppenheimer señala que Ganador al centro, el colonense Hugo Stocker

Los chicos finalistas demostraron una desenvoltura y un conocimiento muy gratificante, lo que me hace volver a tener esperanzas en esa generación del chat. Es usual que la gente entre en pánico escénico —creo que es bastante común tenerlo— y ellos demostraron que no solo lo controlaban sino que hicieron su labor, tanto en conocer del tema a debatir como en el manejo de su lenguaje corporal y la forma de dirigirse al público. Cuántos de nuestros funcionarios públicos fracasarían en un certamen similar si se les aplicara.

Cuando menciono que retomo las esperanzas, lo hago porque a veces me desánimo viendo cómo en Panamá se cultiva el consumismo, los símbolos de estatus, y este pequeño país tiene uno de los índices de penetración de teléfonos celulares y BlackBerries más alto del continente. Todavía no logro comprender por qué tenemos que hablar todo el tiempo por celular, cuando cada vez nos comunicamos menos, leemos menos, escribimos peor.

Por eso certámenes como el de oratoria son ejemplos dignos de emular, incentivar y replicar en otras disciplinas, para involucrar a la juventud en actividades que los hagan crecer y prepararlos para la vida, pero una vida donde siempre exista el ánimo de superación, donde la curiosidad por aprender nunca los abandone, por alcanzar cada vez más excelencias en lo moral y en lo personal, sin que eso esté ligado obligatoriamente a los logros materiales que se alcancen.

Ojalá todas las empresas vieran en el patrocinio de actividades que mejoren el intelecto no solo como parte de su responsabilidad social, sino como una obligación para un mercado que les reditúa grandes beneficios y que esas actividades son apenas una devolución a todo lo que los panameños les damos en facturación. Mientras se incluyan en sus presupuestos publicitarios patrocinios a estas y otras actividades de tipo cultural, no solo su imagen se refuerza, sino que otras empresas se darán cuenta que la mejor inversión y el mejor vínculo es apostar a la educación y a todo lo que con ella se relaciona.