MARIELA SAGEL
El Siglo, 9 de enero de 2012
Hoy se cumplen 48 años de la Gesta del 9 de Enero, esa que fue determinante en la lucha por conseguir la soberanía total de nuestro territorio, en la que murieron 22 panameños. Esta causa logró su perfección el 31 de diciembre de 1999, después de larguísimas negociaciones y muchas otras confrontaciones, quizás no tan violentas, al ser transferido el manejo del Canal a nuestras manos. La fecha se convirtió, por la trascendencia de lo ocurrido y el impacto que a nivel internacional tuvo, en un símbolo de nuestra reivindicación como país libre y soberano. No conozco si, acercándonos al medio siglo de haber ocurrido este hecho, se haya formado un comité que vele para que, por lo menos, se de a conocer, especialmente para las dos generaciones que han pasado desde que ocurrió, lo que significó.
En dos años también se conmemora un siglo de haberse inaugurado el paso transístmico (el Canal de Panamá) y se pretende tener ya concluidas las obras de expansión que se iniciaron en 2006. Un hecho no excluye a los otros, especialmente si de conmemoraciones y de vivir a flor de piel se trata. Así catalogó una conocida periodista el funeral de Estado que montaron el fin de semana que acaba de pasar. Antes le había escuchado a Andrés Oppenheimer decir que ‘en América Latina siempre estamos mirando para atrás, celebrando los aniversarios de las gestas liberadoras y desenterrando a los muertos que las hicieron posible’.
Esto lo mencionó en la presentación de su último libro, y relataba cómo cuando a Hugo Chávez se le ocurrió desenterrar los restos de Bolívar y mostrárselos a los venezolanos, lo que estaba era mostrando al libertador los restos de su Venezuela natal.
Posiblemente ese ha sido el propósito que ha perseguido la viuda del Dr. Arias, mostrarle a su esposo lo que queda del partido que formó, más con carisma que con ideología, anticipándose a lo que podrá ocurrir después del desmembramiento que, consecuencia de una falta de liderazgo decidido y coherente, tiene a sus seguidores en permanente fuga, peleas y traiciones.
No estamos dejando a nuestros hijos ejemplos dignos de imitar, donde el pensamiento racional oriente sus vidas hacia logros que engrandezcan la Nación y no la disminuyan. Permitimos que el sentimentalismo barato y hasta cursi se haga dueño de nuestros actos y de alguna manera, como dijo el Dr. Arias, olvidándonos de la historia, propiciando que vuelva a repetirse en espiral. Lamentablemente puede que no sea como comedia, sino como tragedia.