El Siglo, 13 de Diciembre de 2010
Al momento de escribir este artículo, las noticias desde la Conferencia del Cambio Climático no sonaban muy optimistas. Por un lado, un bloque de los países “desarrollados”, entre los cuales resaltan Canadá, Rusia y Japón, se oponían rotundamente a una extensión del Protocolo de Kyoto (que establece una reducción de 5% a los niveles de 1990 de emisiones de gases de efecto invernadero para el 2012) que reduciría el objetivo trazado de 25-40% para el 2020. Todos los países reconocen que este objetivo es necesario si se desea que la temperatura promedio del planeta no suba de 1.5 a 2 grados C.
Un grupo de países en desarrollo, se oponen rotundamente a la creación de un Fondo “Verde”, que consistiría en 100 mil millones de dólares anuales (generados a través de diferentes “mecanismos” financieros tales como el mercado del carbono y repartidos entre países en desarrollo para adaptarse al cambio climático). Los Estados Unidos, la Unión Europea y Japón desean que este fondo sea manejado por el Banco Mundial.
El grupo que incluye los EEUU –aunque no hayan nunca firmado el Protocolo de Kyoto–, argumentan que no es posible alcanzar ese propósito sin tener consecuencias económicas. En un mundo en recesión económica y desempleo en aumento, este argumento es obviamente más político que científico, ya que hay estudios que señalan que se crearían empleos en industrias más sostenibles y limpias a través de mecanismos financieros. Me atrevo a señalar que esos mecanismos financieros son los que nos han llevado al aprieto global que estamos hoy en día.
El segundo grupo de países argumenta que el Fondo Verde estaría manejado por el Banco Mundial, institución históricamente ligada a implementar políticas económicas impulsadas principalmente por EEUU. Estos países tienen toda la razón de oponerse pero, sin compromiso, estos fondos no estarían disponibles a tiempo.
El panorama no se avecina ni prometedor ni comprometedor. Los países no se pondrán de acuerdo, y si lo logran, no va a ser justo. Es importante que reconozcamos todos que las emisiones de gases de efecto invernadero seguirán aumentando y el cambio climático es inminente. Por eso el tiempo ha llegado para que cada país cree soluciones locales de adaptación. Estas soluciones deben ser hechas para cada país y no impuestas por otros. En Panamá, esta semana vivimos un frente frío que dejó devastadas varias regiones y damnificados a muchos ciudadanos. No podemos esperar a ver qué se decide en Copenhague, Cancún o Durban. Lamentablemente, el cambio climático traerá eventos como éste de manera más frecuente, y como país soberano tenemos que velar por la protección de nuestros recursos y nuestra gente.