EL DIFÍCIL CAMINO DE LA CULTURA
Por Mariela Sagel, La Estrella de Panamá, 7 de febrero de 2016
No siento como una batalla perdida el que a pesar de que más de la mitad del país se opone a desperdiciar el agua estos carnavales, los culecos van de todas formas. El intento de suspenderlos por parte del Alcalde de San Miguelito fue una polémica épica que hasta su fe religiosa involucraron sus detractores. La descabellada decisión de comprar 400 mil botellas de agua para distribuirlas, cortesía del gobierno nacional puede verse con suspicacia, ya que el Presidente es dueño de la mayor licorera del país. En fin, es un país en fiesta, como dice el slogan.
Lo que sí siento es que estamos perdiendo en todos los otros campos la batalla de asumir un compromiso cultural, tanto de parte del gobierno como de los ciudadanos. Se tiende a ver la cultura como el gusto por las bellas artes y las humanidades, pero en realidad, es un conjunto de saberes, creencias y pautas de conducta de un grupo social, incluyendo los medios materiales que usan sus miembros para comunicarse entre sí y resolver sus necesidades de todo tipo. México es un claro ejemplo de cómo han sabido utilizar sus manifestaciones culturales tanto gastronómicas, como etílicas, folclore, escritura, historia, música, danza, y eso es lo que atrae ese fascinante país del norte, que está tan cerca de los Estados Unidos y tan lejos de Dios.
Desde junio del año pasado cerraron de forma abrupta el Teatro Nacional de Panamá, construido a inicios del siglo XX y adosado al Ministerio de Gobierno (back to back) en el Casco Antiguo. La razón aducida era el mal estado en que se encontraba, lo que es cuestionable porque ha sido objeto de muchas restauraciones y remodelaciones. Es un teatro pequeño, diseñado especialmente para recitales u operas, y muy elegante.
En su momento apelé a los directores de teatro, a los músicos, a las empresas que traen artistas, a las escuelas que lo contratan para sus graduaciones o actos protocolares, hasta a los dueños de inmuebles del Casco Antiguo y se me dijo que se había formado un patronato para rescatarlo. Ocho meses después no se ha escuchado nada de él ni sus planes para ponerlo en uso, que es urgente pues nuestra ciudad, tan llena de atractivos turísticos, restaurantes y salas de baile, no tiene muchos espacios donde se puedan presentar óperas, zarzuelas, shows de tango y flamenco, entre otros, y las pocas opciones que hay tienen algún problema que las hace inadecuadas, sea por tamaño, capacidad de público o diseño técnico.
Queremos atraer una oferta cultural que esté a la altura de capitales como México, Bogotá o hasta San José, con su Melico Salazar que no tiene nada que pedirle a nuestro Teatro Nacional, pero no nos comprometemos ni desde la iniciativa privada ni desde el gobierno. Se acaba de nombrar una nueva directora del Instituto Nacional de Cultura y sin saber los antecedentes que la hacen idónea para ese cargo, a estas alturas, después de dos semanas, o la han opacado los carnavales, o no sabe cómo agarrar el toro por los cachos.
En cuanto a presentaciones culturales, como conferencias, conciertos, shows, donde uno no vaya a tomar tragos y gritar sino a sentarse y ver un espectáculo de alfombra roja, cada día se hace más complicado: los trámites en migración y trabajo son interminables, los depósitos hechos como garantía que los artistas no se van a quedar en Panamá no se devuelven y mientras tanto no ganan intereses, y los documentos que se tienen que presentar se hacen manualmente. ¿Dónde quedó toda la tecnología en la que invirtió la Caja de Seguro Social si para sacar un paz y salvo hay que hacerlo manualmente, ir a una caja, pagar un dólar y volver donde la funcionaria con el recibo, también hecho a mano?
Perdimos la batalla contra el desperdicio del agua, pero nuestras voces de alerta tuvieron eco en muchas personas que se dieron cuenta que no es responsable botarla en un acto tan ridículo como el culeco. No perdamos el Teatro Nacional por falta de acciones para que se restaure y se ponga en uso.