Por Mariela Sagel, en El Siglo, 19 de abril de 2021.
El sábado muchas cadenas de televisión se unieron para transmitir el funeral del príncipe Felipe, consorte de la soberana de Inglaterra, Isabel II, con 94 años y con quien se casó hace 74 años. El príncipe, originalmente Felipe de Grecia y Dinamarca, era conocido como Felipe de Edimburgo, era de la realeza griega por nacimiento y la inglesa por matrimonio. En junio hubiera cumplido 100 años y estaba en el hospital desde febrero de este año.
Los que no seguimos los zangoloteos de la realeza no sabemos si fue un esposo ejemplar o si se acerca a la forma distendida en que terminó la vida pública del Rey Juan Carlos de España. Sin embargo, gracias a esa magia de la pantalla que tenemos desde hace unos años que se llama Netflix, pudimos ver una magnífica serie titulada “The Crown” que narra cómo las dos hijas del rey Jorge VI, Lilibeth (Isabel II) y Margarita crecieron, y cada una siguió el camino que le asignó el peso de su corona. Se convirtió en reina por la abdicación de su tío, Eduardo que prefirió casarse con la estadounidense Wallis Simpsom, que era divorciada y esa condición era inaceptable para el pueblo inglés. La corona recayó en su padre y de allí en ella, una de sus dos hijas. Celebró hace unos años las bodas de Zafiro, 65 años en el trono, por lo que si sique así, se convertirá en la monarca que más tiempo ha reinado.
Muchos coinciden en que ella, la reina Isabel II, no interviene en los temas de estado, solamente para dar su opinión, y que se ocupa más en los temas religiosos y de caridad. Sin embargo, ha tenido años muy malos, a los que llamó “annus horriblis” porque durante ese año, 1992, sus hijos se divorciaron y la princesa Diana tuvo sus problemas emocionales.
¿Qué pasará ahora? ¿Abdicará la reina a favor de su nieto William? Porque yo creo que todos han descartado que Carlos sea el elegido para reinar en el Reino Unido.