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EL HARÉN DEL PALACIO TOPKAPI

Por Mariela Sagel, Vida y Cultura, La Estrella de Panamá, 27 de noviembre de 2020

Se señala que el establecimiento del harén se le debe a Süleyman, el Magnífico. El espacio es, sin lugar a dudas, el que mayor curiosidad despierta, ya que siendo su acceso muy limitado, solo la imaginación podría ofrecer una referencia de lo que había detrás de sus puertas

Hace menos de un mes el palacio Topkapi abrió tres salas del harén del que gozaron los sultanes que lo habitaron, que estuvieron en restauración por unos seis años. Estos recintos opulentos, hasta cierto punto prohibidos, han estado siempre envueltos en el misterio y la fascinación que sobreexcitan la imaginación de los occidentales.

Tuve el privilegio de visitarlo en forma privada con tres académicos de literatura, dos españoles y una turca, y recibir las explicaciones de la representación más fiel de la opulencia, exquisitez y fastuosidad en la que vivieron los sultanes otomanos, dueños y señores de uno de los imperios más importantes que existieron en el mundo.

Pero el concepto de tener varias esposas o concubinas no fue privativo de los otomanos. Se dice que el poderoso rey Salomón poseía más de mil mujeres, así como los reyes de Persia y los faraones de Egipto que, en el caso de Ramsés II tuvo casi 200 hijos con varias mujeres. Sin ir más lejos, el emperador de China tenía cuatro esposas legítimas, al margen de un número desconocido de cortesanas. Parece que los placeres de palacio eran infinitos.

El palacio Topkapi

Emblemático del imperio otomano y ubicado en el famoso complejo alrededor de la plaza de Sultanameth en Estambul, Turquía, es un apabullante conjunto de pabellones, estancias, palacetes, corredores, terrazas, jardines, mezquitas y mil salones desde los cuales los sultanes gobernaron durante 400 años. Su construcción la ordenó Mehmet Fatih, quien conquistó lo que antaño se llamó Constantinopla en 1453. La construcción del palacio data de 1461. Sin embargo, se señala que el establecimiento del harén se le debe a Süleyman, el Magnífico (1520-1566). Harén significa “casa de la felicidad”. Este certificado al cielo duró hasta 1853 cuando Abdülmecit I trasladó la gobernanza que a través del palacio se ejercía al palacio de Dolmabahçe.El harén del palacio Topkapi.

Con el surgimiento de la república, en 1923, el padre de la nación turca, Mustafá Kemal Atatürk decidió dedicar la edificación palaciega a ser un museo, que evoluciona constantemente y se pueden apreciar salas que recogen el esplendor y las riquezas que se manejaban en esos tiempos.

La arquitectura otomana requiere de un estudio más profundo, sobre todo por las techumbres cónicas y los coronamientos almenados que asemejan una fortaleza medieval. Hay una sala que alberga una colección de unos 350 relojes, muchos de ellos obsequios de monarcas europeos. Otra de vajillas, otra de las armas con empuñaduras de oro y piedras preciosas, y así nos vamos.

En el segundo patio, llamado Divan, donde se reunía el visir con los altos mandatarios que visitaban el imperio, se encuentra la entrada al harén, lo más privado que tenía el palacio.

Este espacio es, sin lugar a dudas, el que despierta una frenética curiosidad imaginando lo que había detrás de sus puertas con morbosa imaginación.

Estaba diseñado, el del Topkapi, por tres sectores principales: el que habitaban los eunucos negros, las salas de las mujeres y los apartamentos del sultán. Se distingue el primero porque los azulejos eran de color azul, ya que ellos eran mediadores con el mundo exterior, ese que estaba casi prohibido para las mujeres. “En la mayoría de las ocasiones eran mujeres vírgenes que les daban como obsequio al sultán otros soberanos, para ganar sus indulgencias”.

Para estas damas, que convivían no sin cierta animadversión entre ellas, se construyeron unas 300 habitaciones, agrupadas alrededor de tres patios: el de la sultana madre, el de las favoritas y aquellas que por casualidades de la vida le habían dado un descendiente al sultán, y el de las sirvientas. Los revestimientos de estas estancias son característicos por sus azulejos y los techos y cúpulas que estaban adornados con pinturas al fresco, dibujos florales y paisajes.

La estancia del sultán tiene sus características que se han preservado hasta hoy. Se distinguen las posteriores adiciones como la biblioteca, baños, comedor (con jarrones de frutas pintados de vivos colores). Las puertas de los armarios son de madera con incrustaciones de concha nácar, muy típico del arte decorativo turco. La mayoría de los azulejos se producían en Iznir (antigua Nicea). Hay profusión de cúpulas con pintura sobre tela, columnas de mármol, baños con grifería barroca de oro, todo un derroche de placer hedonista.

Las estancias del harén estaban comunicadas por un largo pasillo que se llamaba “el camino de oro” ya que, según la leyenda, el sultán pasaba por allí repartiendo monedas de oro. En esta restauración, donde se han respetado hasta las grietas eventuales que haya podido tener la madera o cerámica, se sienten o perciben los perfumes de sándalo, jazmín e incienso. Las mujeres del sultán eran cuidadas celosamente por los eunucos, castrados, que eran verdaderas odaliscas de tez oscura y muy delicada belleza. Eran compradas a mercaderes árabes, entrenadas en el arte del amor, se maquillaban y cuidaban exquisitamente, tocaban instrumentos musicales, tenían las mejores vestimentas y se adornaban con joyas espectaculares.

Como se ha podido ver en alguna que otra serie turca que pasan en la televisión, las mujeres de piel muy blanca, occidentales, eran las que llevaban las de ganar. Las circasianas (grupo étnico al noroeste del Cáucaso) eran preferidas por su belleza, elegancia y distinción. En la mayoría de las ocasiones eran mujeres vírgenes que les daban como obsequio al sultán otros soberanos, para ganar sus indulgencias. Casi todas aspiraban a ser escogidas y una vez en la cama del sultán, poder desatar una desenfrenada pasión en su señor.

Lo único que tenían que hacer estas mujeres era mantenerse hermosas, entregarse a los baños y las voluptuosidades que se ofrecían en el harén, incluyendo los que se prestaban en los “hamanes”. Eran propiedad de quien detentaba el poder y la riqueza que les otorgaba esos placeres, que en algunas ocasiones era inmensa.

El recorrido por estas cámaras que estaban destinadas al placer, con el lujo y esplendor con que fueron construidos, es un privilegio ya que en vida de los sultanes para las mujeres que allí habitaban era imposible evadirse y la que salía con vida, no le alcanzaba para contar lo que había visto. Su suntuosidad y riqueza son capaces de seducir hasta más allá del éxtasis.El harén del palacio Topkapi

El harén del palacio Topkapi, harén imperial, donde también vivía la madre del sultán, la valide sultán, es digno de una mirada comprensiva, de imaginar lo que allí pasaba, la riqueza de sus decorados, los enrejados, el tratamiento de la madera, las cerámicas. En especial este fue diseñado por Mimar Sinán, “el arquitecto del universo” al decir de la novelista Elif Shakaf. Está orientado al Cuerno de Oro y se constituyó en sí mismo en un complejo, que hoy se reabre poco a poco a los visitantes. Varios sultanes dejaron su impronta en sus decorados, como Mahmud I y Osman III, que preferían el barroco otomano de inspiración italiana. Muy diferentes entre las épocas clásicas otomanas.

Estas construcciones y restauraciones tienen un gran valor porque nos permiten imaginar una época en que ninguno de nosotros hubiera soñado con que tanta riqueza se destinara al disfrute del placer sensual. Una razón más para visitar o revisitar el palacio Topkapi y su famoso harén imperial.