Publicado en El Siglo, el 11 de julio de 2022.
Hay un “slogan” que dice que Turquía es el museo más grande del mundo. Y es verdad. Donde uno vaya se han montado sendos museos en torno a todas las gestas históricas que han configurado esta parte del mundo.
Aprovechando el feriado del Bayram, que es la fiesta sagrada del sacrificio de los musulmanes, hemos venido a Canakalle y Troya. El museo de esa mítica ciudadela donde llegaron, según la historia, guerreros griegos dentro de un caballo, es algo fuera de este mundo. De reciente apertura, muestra los tesoros que le fueron arrebatados por inescrupulosos buscadores de riquezas, que al final se las llevaron, principalmente, a museos alemanes. También enseña a los niños cómo los sabios griegos supieron cantar en obras como la Ilíada y la Odisea, estas guerras que determinaron el futuro de muchas generaciones.
Con una museografía espectacular, es un edificio de cuatro pisos que te lleva de la mano de la historia y sus protagonistas. Interactivo y de un preciosismo de última generación, es un sitio donde uno debe ir, por lo menos, una vez en la vida.
Una vez aquí, cruzamos el estrecho de los Dardanelos, a través del puente suspendido más largo del mundo, inaugurado el pasado 18 de marzo, a la parte europea de la península de Galipolli, donde se libró la épica batalla de 1915, que determinó la caída del imperio otomano y la constitución de la Republica de Turquía (hoy Türkiye) y el lanzamiento al liderazgo y visión del padre de la patria, Mustafa Kemal Atatürk, que logró sus objetivos el 29 de octubre de 1923. Un espectacular monumento se erige en la punta de la península y el homenaje a tantos soldados caídos en tan ardua batalla, que representó una de las derrotas más sonadas de Winston Churchill, al desestimar el ingenio bélico de los turcos.