EL PAÍS QUE DEBEMOS TENER IV
Por Mariela Sagel, La Estrella de Panamá, 3 de marzo de 2019
Aunque quedarán muchos temas por fuera, éste es el último artículo que dedico a mi “wish list”. Ni siquiera he podido tocar aspectos que son fundamentales para el desarrollo del país, como el tema agropecuario, el comercial, el desarrollo logístico y portuario, seguridad, corrupción, administración de justicia, selección de magistrados, de directores del canal y muchos otros más. Pero es que los problemas son tantos que me pasaría enumerándolos y no acabaría hasta después de las elecciones, para las que faltan 62 días.
Quiero dedicar esta entrega al tema cultural, que es fundamental para el momento en que vivimos, en que se celebran los carnavales. El “slogan” es “Un país en fiesta” y aunque reconozco que se ensalza el traje típico y se les da la oportunidad a los cantantes nacionales a presentarse en los toldos y tarimas que se levantan a lo largo y ancho del país, el eje fundamental es el desafuero, la chabacanería, la obscenidad y la irresponsabilidad que todo esto genera, en vísperas de un regreso a clases.
Un modelo que siempre me ha gustado por lo integrador que es, es el de Conaculta, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes de México, que ha logrado combinar el folklore, la literatura, las artes plásticas, la gastronomía, la música, el tequila y es así como el país azteca ha logrado posicionar su país a nivel mundial como lo ha hecho.
En el nuestro, el Instituto Nacional de Cultura, que apenas tiene dinero para pagar su planilla, tiene que encargarse de mantener los museos, escuelas de artes plásticas, de música y otro montón de infraestructuras, entre ellas el Teatro Nacional, que quién sabe cómo lo están “restaurando”, no vayamos a tener una sorpresa como la de la Catedral. El Ministerio de Educación tiene otras responsabilidades, el Ministerio de Comercio lleva lo de cine (que lo ha hecho bien, dentro de todo), y la Autoridad de Turismo dispara tiros al aire. Ha sido lamentable lo ejecutado por esta entidad, que entiende la promoción del turismo como “guaro y campana”, y eso ha perjudicado tremendamente a la oferta hotelera, así como al resto de las industrias que dependen del turismo. En la historia de este país no se habían registrado tasas de ocupación tan bajas como en estos años.
Como no se entiende lo de la promoción turística, y que es un todo con el tema cultural, se hacen desatinos como enviar a una feria del libro en la que América Latina era la invitada a sesenta bailadores de típico, cuando se debió enviar a escritores representativos de nuestra literatura. Un factor importante es la capacitación de nuestro cuerpo diplomático para que entiendan que ellos son no solo embajadores de la marina mercante o de los tratados comerciales, sino que deben tener conocimientos de la historia del país, de los hitos que lo marcaron como nación y de la literatura que hacen nuestros autores. Hace un mes fui a dictar una conferencia sobre literatura panameña en Tánger, Marruecos, en el prestigioso Instituto Cervantes y no asistió ni un solo panameño, mucho menos ningún representante de nuestra embajada en Rabat. Y eso que existe un departamento de Diplomacia Cultural que, por lo menos, se encargó de enviar los libros que doné a la Asociación de Amistad y solidaridad entre Marruecos y América Latina.
La integración de los aspectos culturales debe tener un núcleo aglutinador y decantar en cada representación lo que corresponde. Es triste que nos conozcan en el exterior solamente por los “Panama Papers”, por Noriega y Rubén Blades (aunque éste nos haya dejado muy en alto a nivel internacional con su música y sus intervenciones en cine). Panamá es mucho más que eso, tiene muchos valores que hay que rescatar y resaltar como lo que estamos preparando en el Patronato de Panamá Viejo, la celebración de los 500 años de la fundación de la primera ciudad establecida por el imperio español en el Pacífico que, en forma responsable y didáctica (no como el “pan y circo” que organiza la Alcaldía) tiene dos años de estar educando a la población sobre lo que pasó en ese asentamiento, redondeada recientemente con la inauguración de la muestra “El Golfo Mediterráneo de Panamá: conexiones indígenas en el pacífico istmeño” que abrió esta semana y que recoge tanto los vestigios que en el sitio histórico se han encontrado como la forma de vida de esos habitantes.
No queremos que nos conozcan como paraísos fiscales, como refugios de malandrines ni como lugar donde se practica el turismo sexual. Queremos que conozcan nuestra rica historia, nuestros bailes típicos, nuestros escritores, nuestros pintores, nuestra música, nuestro teatro, nuestra variada gastronomía y, sobre todo, la idiosincrasia del panameño, que es de las más amigables del continente. En eso es lo que debería estar la Autoridad del Turismo y no promoviendo el consumo del Seco Herrerano y el Ron Abuelo.