EL PAÍS QUE ESTAMOS DESTRUYENDO
Por Mariela Sagel, La Estrella de Panamá, 10 de enero de 2016
Los slogans de campaña aguantan todo: El pueblo primero. Con ese pregón llegó el actual gobierno al poder. Más triste aún fue el anterior: ¡Los locos somos más! Un 60% de votantes enardecidos por un “cambio” al mejor estilo del gatopardismo* exigía que no volvieran a entrar ricos ni salieran millonarios los funcionarios, y que pudieran meter la pata pero no las manos, lo que hicieron a raudales.
Dos presidentes después estamos peor que nunca, las instituciones del estado debilitadas a punto de su destrucción: un poder ejecutivo que se cree rey y Papa a la vez, un órgano legislativo que no le pueden prender un fósforo al lado porque explota, de las purulencias que hay dentro y un poder judicial que se ha burlado de la esperanza de todos los que pensamos, creímos, aspiramos y soñamos con que las cosas iban a cambiar, se harían bien a raíz de la “ejemplarizante” selección de los dos nuevos magistrados de la Corte Suprema de Justicia. Los integrantes de la sociedad civil no terminan de recibir lona en éste y en los anteriores gobiernos, ponen sus esperanzas en que sus sugerencias, los elevan al nivel de la canonización y después les hacen una trompetilla. Burla, frustración, desconcierto y lo que es peor, no nos organizamos para protestar por los métodos que dan resultados, sino a través de encendidos mensajes de twitter, comunicados de página entera o intervenciones en programas de opinión.
Tenemos un expresidente corrupto muerto de la risa en Miami, que se comunica con un twitter que él cree es muy divertido, y a través de él manda en una franquicia de partido y escribe cartas de amor a su “amigo y socio”, el actual presidente. Un abogado, amigo y asesor de un diputado, usando una placa oficial, lo pillan con droga dentro del carro. Una asistente de diputado paseándose por la ciudad con un millón de dólares en efectivo. Una funcionaria del Consejo de Seguridad amante de un capo requerido por la justicia. Un presidente de la Corte Suprema con varias denuncias por corrupción y extorsión, es reelecto por mayoría y propuesto por quien acaba de ser nombrado magistrado, después de un proceso supuestamente transparente.
Después de lo acontecido en la Corte Suprema el lunes, el nefasto Presidente de la Corte es la justicia encarnada e incuestionable pero la confianza pública se diluyó y en eso hay que insistir hasta la saciedad. Repudiarlo públicamente y exigir que renuncie, no por dignidad, porque no la tiene, solamente hay que ver todos los abucheos que se ha aguantado desde que su protector lo llevó a esa posición y por todos los puestos que lo paseó para hacer el mal. Es como la peor pesadilla.
El saqueo de oro a galeones y a nuestros museos no es asunto del Patrimonio Histórico del INAC, pero sí lo es callar sobre el negociado de la Cinta Costera, que le quitó a la humanidad el derecho de ese patrimonio histórico. Tampoco lo es la decisión inconstitucional de regalarle a la Iglesia Católica los terrenos donde están los templos que son parte de nuestro patrimonio religioso, ni restaurar el Teatro Nacional, que permanece cerrado desde junio del año pasado.
Pero sí hay millones de dólares para las cuatro horas del desfile de Disney, o para carnavales en lugares donde las vacas se están muriendo y los cultivos perdiéndose por la sequía. No estamos tomando control del desastre que se nos viene encima con la falta de agua que nos ha empezado a afectar, porque este es el país que más la desperdicia.
En aparente olvido pero en la memoria están aquellos indígenas asesinados y ciegos de por vida. Y los menores quemados en el centro de cumplimiento, que ayer se cumplió 6 años de esa masacre. La impunidad reina, este es el país que estamos destruyendo.
“cambiar todo para que las cosas sigan iguales»