Por Mariela Sagel, en La Estrella de Panamá, 26 de febrero de 2021.
Yo pensé que había visto los más suntuosos palacios del imperio otomano y en mi última visita a Estambul disfruté visitando el Palacio de Beylerbeyi, cuya área donde está asentado en la actualidad era usada desde los tiempos bizantinos como residencia. Contrario a los edificios que eran construidos en madera (y, en consecuencia, pasto de incendios eventuales) este palacio fue construido por orden del sultán Mahmud II (1808-1839) con mampostería, cuando el antiguo palacio se había quemado, y los edificios adicionales que lo rodean fueron construidos entre los años de 1863-1865 por el sultán Abdülaziz. El complejo actual incluye el edificio principal, el harén, y cinco estructuras llamadas kioscos, que incluyen un túnel, el de mármol, el amarillo y los establos. Estos dos últimos fueron construidos para los caballos del sultán y rodean la piscina que está en el jardín de la terraza. Beylerbeyi significa “señor de los señores”.
El palacio era usado como residencia de verano y como casa de huéspedes para mandatarios y personalidades importantes. Allí se quedaron en 1869 el emperador de Austria-Hungría, Francisco José (esposo de la muy recordada emperatriz Sissi, de ascendencia alemana), en 1869 la emperatriz francesa de origen español Eugenia de Montijo se hospedó allí cuando iba camino de la apertura del Canal de Suez. En 1874 el Rey de Montenegro, Nikola I y el emperador alemán Guillermo II y el Duque y la Duquesa de Windsor en fecha posterior también fueron huéspedes del palacio. Después de que lo depusieron, el sultán Abdulhamid II pasó seis años recluido en ese palacio y allí murió en 1918. Dice una leyenda urbana que la emperatriz francesa, Eugenia de Montijo, tuvo un romance con el sultán y se quedó seis meses en Beylerbeyi. También se dice que la madre del sultán la abofeteó por entrar al palacio del brazo de Abdülaziz. Verdad o cotilleo, lo cierto es que la habitación que ella ocupó está preservada tal cual.
El diseño interior del palacio combina estilos orientales y occidentales, además de seguir algunas de las características de las residencias turcas en cuanto a diseño simétrico. Es un diseño de estilo Segundo Imperio (o Napoleón III) del arquitecto Sarkis Balyan, de origen armenio. Tiene tres pisos, incluyendo el sótano, 24 habitaciones y 6 áreas de recepción o salones. Los pisos están cubiertos de una esterilla de paja procedente de Egipto, sobre la cual se colocaron regias alfombras Hereke, que se producen en la provincia de Kocaeli, cerca de Estambul. Las lámparas “chandeliers” que cuelgan de los riquísimos artesonados pintados exquisitamente son de cristal francés Baccarat y de una belleza inigualable. Hay relojes ingleses, franceses y turcos en todos los salones, estos últimos hechos en las fábricas ubicadas en el Cuerno de Oro (Halic en turco) de Estambul. También lo adornan porcelanas procedentes de China, Japón, Alemania y los famosos jarrones turcos Yildiz, la porcelana imperial que, al igual que las alfombras Hereke, son de la mejor calidad y a nivel de sultanatos y reinos.
Aparte de la rica decoración del palacio, hay poemas escritos en la antigua caligrafía otomana en las paredes y techos de las recámaras. Estos poemas están mayormente en las estancias del segundo piso, donde vivía el sultán y se hospedaban los visitantes y estaban escritos por el calígrafo Abdülfettah Efendi, el más famoso de su tiempo y contenían un mensaje de la necesidad de justicia de parte de los líderes y que la felicidad del pueblo solamente es posible si el régimen es justo. Los versos son de destacados poetas y algunos alaban al profeta Mohammad (Mahoma). Durante el período de la república, después de la proclamación de ésta en 1923, concretamente en el año 1951, se necesitó restaurar estas inscripciones y se comisionó al calígrafo Hamid Aytac con este propósito.
El llamado kiosco de mármol, cuyas paredes exteriores son de este material, era un recinto para los enseres de cacería, y tiene una fuente y una piscina, construidos por orden del sultán Mahmud II entre los años 1829-1831.
El kiosco amarillo, cerca del de mármol, está frente al jardín, por un lado y la calle de acceso por el otro. Tiene tres pisos, incluyendo el sótano y mantiene las decoraciones originales tanto en el cielo raso como en el interior.
Los jardines del palacio conectan todas las estructuras con la principal, que es uno de los más prestigiosos del siglo 19. Los jardines cubren un área de setenta mil metros cuadrados. Se destacan las magnolias y árboles de castañas en esa área verde, así como el árbol de Judas, (Cercis siliquastrum, nombre científico y “Erguvan» en turco) símbolo del estrecho del Bósforo. Los jardines de la terraza fueron diseñados en el período en que reinaba el sultán Abdülhamid II.
El túnel fue construido por orden del sultán Mahmud II, entre 1829 y 1832 y era usado como una carretera entre Üsküdar y el palacio de Beylerbeyi hasta 1973. Hoy día se utiliza para eventos culturales y artísticos, además de ejercer una función histórica.
ENTRE PALACIOS
Este palacio elogia la simetría en todos sus salones y áreas comunes y el decorado, con estuco, esteras de paja egipcia sobre las cuales se colocaron las famosas alfombras Hereke deslumbra por su elegancia y suntuosidad. Llaman la atención la intensidad de sus decoraciones, azules profundos semejantes al lapislázuli recubren las columnas de uno de los principales salones y no escapa a la atención de los conocedores que las lámparas, impresionantes como las del palacio de Dolmabache, son de unas combinaciones de colores que alucinas solo de verlas. Todos los detalles están pensados en este pequeño reino, los adornos, los decorados, las cerámicas, las ventanas, los baños. Todo lo que la imaginación puede ofrecer, y más.
En sus jardines, rebosantes de plantas, se goza de una vista privilegiada desde el lado asiático, donde está situado, del estrecho del Bósforo, en la ciudad de Estambul. Un lugar de obligatoria visita para adentrarnos en la importancia que tuvo este país, desde tiempos bizantinos, en el orden mundial. No hay un solo milímetro que no esté intervenido por una decoración, del mejor gusto, sea en pintura, cerámica, estuco, alfombras o cortinajes. También en los medallones que contienen mensajes y poemas en una caligrafía inigualable, de los tiempos otomanos.
Todos estos palacios son administrados por el gobierno turco y puestos en valor mediante las visitas y ventas de objetos de arte en sus tiendas.