EL PRECIO DE LA CORRUPCIÓN
Por Mariela Sagel, El Siglo, 6 de noviembre de 2017
En estos días en que ha aflorado el fervor patriótico, demostrado en siembra de banderas, poemas, videoclips, memes alusivos a las efemérides que estamos celebrando, se hizo viral un video en el que se ve a unos niños de un olvidado pueblo de Darién marchando descalzos, contagiados de esa misma pasión patriota. No solamente estaban descalzos, sino que marchaban sobre ríos de lodo, que son sus carreteras o vías de acceso, con alguna pendiente que hace más difícil el ascenso, pero con igual entusiasmo.
En contraposición a eso, el 3 de noviembre todo el mundo vio que, al abanderado de ese día, el futbolista Román Torres, a quien se le acredita el gol que catapultó a la selección de Panamá para ir al Mundial de Fútbol, lo traían desde Estados Unidos en avión privado, junto con su familia, para que pudiera estar en el desfile.
No está claro de quién es el avión en que viajó, pero si no es del estado, seguramente es de alguien muy allegado a uno de sus miembros más conspicuos, que se beneficia de estar muy cerca del poder.
La corrupción, vale la pena insistir, no es algo que se ve a primera vista, sino lo que se deja de hacer en las comunidades que más necesidades tienen, cuando los medicamentos están escandalosamente caros, o cuando los centros de salud no tienen ni implementos para curar una herida. Es el germen que crea estas desproporciones, lo que a muchos les falta, a pocos les sobra.
Román Torres tiene todo el derecho a ser abanderado como muchos otros panameños que le han dado lustre a Panamá, no solo con patadas sino con textos, canciones, experimentos científicos o méritos académicos, poemas, libros o filmes. Y los niños que van a escuelas donde no hay donde sentarse y no tienen ni para la merienda también lo tienen, puesto que son igualmente panameños. Así es que se entiende que en un país que lidera los índices de crecimiento, la desigualdad sea muy grande.