Publicado en El Siglo, el 13 de noviembre de 2023.
El mundo entero está atravesando varias crisis que, aunque no estén vinculadas en su totalidad entre sí, hacen que los ánimos están exacerbados a un nivel que hacen insostenible el buen ánimo de la población.
La mayoría de las personas hacen uso de las redes sociales para comentar todo, sepan la verdad o la suponen y en ocasiones se exceden en los comentarios, que no tienen ningún sustento. Muchos de los mensajes que se lanzan sin criterio en Instagram, X (como ahora se llama Twitter) y Facebook afectan a personas inocentes, que ya tienen suficiente con los problemas que les afectan para que se vean satanizados sin ningún criterio, por personas que, de manera impulsiva, deducen parentescos, relaciones o actos, sin verificar la veracidad de lo que se ventila alegremente.
Los ahora llamados ‘influencers’, que son aquellos que, por tener una hemorragia de opiniones a diario, se convierten en referencia, no siempre de forma edificante. El daño que hacen es inconmensurable, no tanto para la percepción de los que los siguen sino a las personas que les afectan. Recientemente leí una justificada queja de la escritora nicaragüense Gioconda Belli sobre el abuso de información maliciosa y equivocada en las redes.
Considero que, si uno no tiene certeza de una relación de parentesco, de hechos o declaraciones, debe ser suficientemente responsable de verificar antes de aventarse a vociferar lo que no les consta. Es muy fácil sacar conclusiones de parentesco si el apellido es uno que es muy común, como Jaén, Quirós, Carrizo, López o Quintero, en el caso de Panamá.
Si hacemos uso de las redes, que sea para algo positivo. Está bien expresar la frustración, la inconformidad con las situaciones que atraviesa el país, pero hacerlo de forma incendiaria solamente genera rabia, más descontento y, en el caso de temas puntuales, confusión y total desinformación, sin hablar del daño que se le causa a los familiares de quien sufre el malentendido.
Si tenemos la compulsión de opinar en las redes, que sea con criterio y con la verdad por delante. De otra forma, la influencia se convierte en un bumerang que afecta la credibilidad del que abusa de ellas.