Por Mariela Sagel, El Siglo, 9 de octubre de 2016

El domingo pasado muchos de los que apostábamos por la paz en el vecino país de Colombia nos quedamos boquiabiertos de los resultados del plebiscito que se realizó para refrendar el acuerdo que por años se había negociado entre un grupo guerrillero y el gobierno de turno.  Fallaron no solo las encuestas –que cada día aciertan menos— sino el respaldo masivo que se logró a nivel mundial, desde todos los sectores de las ideologías.  El temor, el miedo y el rencor pudieron más que la esperanza y el compromiso de vivir en un mundo sin violencia ni guerra.

Ya nada debería sorprendernos en estos tiempos tan agresivos en los que vivimos, que votamos sin pensar, más por miedo que por convicción.  Primero fue el Brexit, en Inglaterra, que decidió que ese país se saliera de la Unión Europea, ahora esto en Colombia, inexplicable, “del realismo mágico al realismo trágico”, como bien dijo el escritor antioqueño Héctor Abad Faciolince (en referencia al término que acuñó el ganador del premio Nobel de literatura, Gabriel García Márquez).  Solamente nos falta que en Estados Unidos elijan a Donald Trump para presidente.

Este candidato, fiel reflejo de la decadente sociedad retrógrada estadounidense, no las ha tenido todas con él en su campaña hacia la Casa Blanca.  El primer debate que tuvo contra su contrincante, la señora Clinton, le dejó más heridas que las muecas que le hizo y en el de anoche venía de varios días de tratar de explicar unas grabaciones que lo develaban en cuerpo entero como lo que es.  Todavía no puedo explicarme, igual que con lo de Colombia, cómo llegó a ser el candidato de los Republicanos de ese país.

Y como de triunfos y derrotas hablamos, son tiempos de premios, se entregó el Nobel de la Paz a Juan Manuel Santos por sus esfuerzos en conseguir la paz en Colombia, y esta semana se conocerá el ganador de ese premio en Literatura.  También se entregará el premio Planeta, en Barcelona, que es el segundo más importante en lengua española