Creo que en política, en los últimos días, hemos visto y escuchado todo. Como reza el dicho, en este tema «no hay sorpresas sino sorprendidos». Vale la pena ver los errores de nuestros políticos (y también los horrores), no solo de ellos sino de algunos individuos que se creen la esencia de la decencia, cuando no lo son.
En el PRD empezamos con una pelea visceral por puestos del CEN. Nos enfrentamos «los del Toro»a los del establishment. En el camino hubo varias bajas y tránsfugas y se eligió un CEN en el cual casi todos están ahora postulados para un cargo público. Fue un grave error que desanimó a muchos de seguir apoyando las propuestas de partido.
En el panameñismo hubo primarias, y a pesar de una campaña mediática feroz, se hizo con el partido Juan Carlos Varela, ofreciendo a una cantidad considerable de inscritos la esperanza por mejores rumbos. El presidente Endara coqueteó con sus antiguos copartidarios sin llegar a nada —en varias ocasiones— y al final, como siempre, salió despotricando contra todos. Una vez establecidas las tres –y media— opciones a presidente, y sufrido las primarias de los dos colectivos más importantes, presenciamos el dime que te diré tanto entre copartidarios como los esperados ataques contra los candidatos. Un error cometió la candidata del PRD al no sumar de inmediato a su principal contrincante, al ganarle ella por estrecho margen. Ese anuncio demoró casi tres meses, luego de amenazas por parte de Juan Carlos Navarro. Como se dice en el argot político, «¿Quién recoge la leche derramada?»
Pero si en el PRD no ha dejado de llover, en los otros partidos no ha escampado. La arremetida del candidato «del cambio» fue igual de feroz contra la candidata del PRD como contra el del panameñismo. A tal punto llegó el asunto que personas perdieron la chaveta en su afán por lograr una postulación a vicepresidente. Realmente no pensé que en mi vida sería testigo de tanta bajeza. En el camino, siguieron los tránsfugas de un lado al otro, y sospecho que la falta de Tafil en las farmacias ha sido producto de tantos sobresaltos. Las encuestas hicieron su parte, sugestionando a los insatisfechos y decepcionados con el actual gobierno y los slogans de moda. Al final, el cambio fue de tolda y en violación a la democracia interna de los partidos involucrados: la estampida de la oposición hacia una alianza que está pegada con saliva. Lamento que los más conspicuos defensores del panameñismo ahora tengan que tratar de explicar «la Patria, el Partido y las Personas» como prioridades de una unión que beneficiará a quien no propone nada, como pasó en 2004, solo por el prurito de no votar por la candidata PRD.
Un horror, el despropósito de designar al señor Eisenmann como vocero de los honrados ciudadanos de los Valores Cívicos y Morales. Su desfasado discurso se basó en que hacía «x» años que él había sido exilado, en vez de resaltar méritos de los que, como él, fueron seleccionados y hubieran sido mejores oradores y más coherentes. Tras su exabrupto, cantamos el himno nacional, cuya segunda estrofa reza: «es preciso cubrir con un velo el pasado, el calvario y la cruz».
Y otro horror es comprar el «cambio» como si fuera original. Casi 15 años hace que el Movimiento Papa Egoró cantaba «el cambio viene». Tal como me dijo un amigo, muchos colaboramos con uno de los esfuerzos políticos más interesantes de los últimos años del siglo XX. Y no precisamente como refugio de tránsfugas.