En ocasión de la muerte, a los 82 años, de Corín Tellado, han sido varias las publicaciones sobre su vida que escritores de la talla de Mario Vargas Llosa le han dedicado, entre otros. Me llama la atención que el eminente escritor peruano le siga llamando la “escribidora”, sobre todo que la definición del DRAE de esa palabra es la de “mal escritor/a”.
María del Socorro Tellado López fue el fenómeno cultural más notable en la lengua española desde el Siglo de Oro. Nacida en Asturias y con muy poca relevancia pública, logró superar las ventas de cualquier pluma reconocida como “culta” entre los escritores. Sus apasionados y románticos relatos lograron que mucha gente, más que lo que uno imagina, se aficionara a sus novelitas.
En alguna ocasión se llegó a decir que era la autora más publicada después de Miguel de Cervantes, el autor de Don Quijote. Vendió la envidiable cifra de 400 millones de ejemplares y escribió más de 4,000 relatos en el género llamado “novela rosa”. En 1946 la Editorial Bruguera publicó su primera novela, Atrevida Apuesta y desde entonces no dejó de entregarnos periódicamente sus historias de amor.
La conocida revista Vanidades , entonces editada en Cuba, contrató en 1951 sus relatos, y de un tiraje de 16,000 ejemplares se disparó a 68,000. Por esas coincidencias de la vida, el editor era el renombrado escritor Guillermo Cabrera Infante, quien la calificó como “la inocente pornógrafa, aunque ni era tan pornógrafa ni tan inocente”. Algunos de los que han comentado su obra la tildan de cursi, de lo que ella se defendía diciendo que “No es que lo cursi sea malo, es que la gente le tiene miedo”.
¿Cuántos de nosotros podemos decir que no hemos leído nada de ella? Tanto sus libros como las revistas donde publicaba. En cierta forma, reivindicó el amor y de alguna manera fue permisiva, adelantándose a un tiempo en el que algunos actos por ella descritos no eran aceptables en público, especialmente en la época de Franco en España.
Precisamente Mario Vargas Llosa tiene un libro que se llama “La Tía Julia y el Escribidor”, que se le endilga es su autobiografía. El personaje principal es un joven que sueña ser escritor y lo identifica como aprendiz de novelista. Hay un tercer participante de la historia (después de la tía Julia) que es un excéntrico libretista de radionovelas a quien le llama “folletinista de las ondas”.
Todos recordamos cuando se inició la radio en nuestro país y el auge de las radionovelas, que hoy día han sido reemplazados por los escuchados programas de opinión y de farándula, porque la pantalla ha disparado las telenovelas con expresiones más que evidentes de toda una trama, romántica, truculenta y hasta mafiosa que conecta al televidente a diario en lo que puede llamarse el reflejo de lo que querría ser.
Todo este rodeo es para reconocer el valor de Socorrín, como llamaban a la autora fallecida, especialmente en la inducción a la lectura de quienes en su vida se leerían un libro de valor literario como lo entendemos algunos, y advertir también, ahora que el talento y la capacidad se han visto suplantado por la imagen mediática, que debemos estar conscientes de los peligros de caer en manos de periodistas o de folletinistas de turno.