¿Hasta cuándo los insultos?
MARIELA SAGEL
El Siglo, 7 de marzo de 2011
No puede considerarse una victoria el que el presidente Martinelli haya derogado la Ley 8 que reformaba el Código Minero. Primero, no se ha hecho efectiva y de aquí a que eso pase, pueden ocurrir muchas cosas. Segundo, en su díscola sustentación en San Félix, el mandatario dijo que le importaba un comino, un bledo, un guayabo la minería, en un tono jactancioso y prepotente que no tiene parangón con la manera que el más alto ejecutivo de un país debe dirigirse a los que lo eligieron, aunque ahora estén arrepentidos.
Tercero, porque el ministro de Comercio, al excusarse por la derogatoria de la ley, por la cual casi queda en el otro mundo, ya que le dio un infarto cuando fue presentada a la discusión de los diputados, dijo que fue retirada porque los indígenas ‘no la entendían’. Otro insulto más a los pueblos originarios, que tienen más que enseñarnos a todos nosotros que lo que el ex cantante alega que ellos no entienden.
Esa derogatoria está traída de los cabellos porque no hubo necesidad de pasar por tantas luchas, por tantas pérdidas económicas, por tantas protestas y enfrentamientos para que recularan, como si la tónica fuera pedir perdón en vez de pedir permiso. Ese tipo de propuestas debió haber ido a una consulta y quiero ver la mueca en que se les convirtió la sonrisa de los adláteres de palacio que gritaban a diestra y siniestra que fue el PRD el que dio las concesiones. Por la boca muere el pez.
Y si vamos a pedir perdón, entonces reviertan la deportación de ‘Paco’ y Pilar, que además de ilegal se ha convertido en un escándalo internacional, pidan perdón por lo acontecido en el Centro de Cumplimiento de una vez por todas y asuman su responsabilidad moral y económica para que por lo menos los dos sobrevivientes se restablezcan como Dios manda y empiecen a depurar al país de todos los ilegales que hasta dentro del gabinete laboran quién sabe amparados bajo qué figura migratoria.
Y no nos debe sorprender en nada si el malvado gobierno de la demencia decida en un dos por tres, a paso de ganso, indemnizar a los colombianos por la patada que le dio el jugador a la lechuza y no lo hacen con los que fueron apresados por protestar y los que fueron quemados en carne viva.