Por Mariela Sagel, en La Estrella de Panamá, 5 de diciembre.
No quiero que llegue el fin de año sin rendir tributo a la memoria de Fiódor Dostoievski, el genio ruso que, según sendos artículos publicados durante el mes de noviembre, en que se conmemoraban los 200 años de su nacimiento (el 11 de noviembre, en Moscú) y que en febrero próximo se cumplirán 140 años de su muerte, aún nos atormenta. Y sale a la luz un enjundioso ensayo sobre su obra por la investigadora serbia, radicada en Barcelona Tamara Djermanovic titulado “El universo de Dostoievski”.
Cuando fui por primera vez a San Petersburgo me hospedé en un hotel donde la ubicación de la cama y del escritorio me parecieron muy poco convencionales. Indagando un poco, supe que esa distribución se debía a la forma en que Dostoievski escribía. Me puse a revisar mi Kindle y tenía la obra “Crimen y Castigo” en él y me lo volví a leer. Al día siguiente hicimos un recorrido por el barrio donde vivió y trabajó y finalmente, murió.
Fue uno de los principales escritores de la Rusia de los zares, que explora la psicología humana en el contexto político, social y espiritual de la sociedad del siglo XIX. Esa sapiencia no le vino de gratis: recibió la influencia de filósofos y escritores como Aleksandr Pushkin, Nikolái Gógol, San Agustín, William Shakespeare, Walter Scott, Charles Dickens, Honoré de Balzac, Mijaíl Lermontov, Victor Hugo, Voltaire, Edgar Allan Poe, Platón, Miguel de Cervantes, Aleksandr Herzen, Immanuel Kant, Visarión Belinsky, Lord Byron, G. W. F. Hegel, Friedrich Schiller, Vladímir Soloviev (con quién estableció una buena amistad), Mijaíl Bakunin, George Sand, E. T. A. Hoffman y Adam Mickiewicz.
Su lugar cimero en la literatura universal ha sido elogiado por Friedrich Nietzsche, que dijo de su obra: «Dostoyevski, el único psicólogo, por cierto, del cual se podía aprender algo, es uno de los accidentes más felices de mi vida». José Ortega y Gasset aportó: «En tanto que otros grandes declinan, arrastrados hacia el ocaso por la misteriosa resaca de los tiempos, Dostoyevski se ha instalado en lo más alto».
Influenció la obra de importantes filósofos, como el mismo Nietzsche, Albert Camus y Jean Paul Sartre, así como escritores tales como Antón Chéjov y Aleksander Solzhenitsyn y en la aparición del existencialismo y el freudismo.
Su padre era médico y su madre un derroche de bondad, según sus biógrafos. Se radicó en San Petersburgo a muy temprana edad y fue allí donde tuvo acceso a la literatura universal. Una epilepsia fue la constante en su vida, que se vio acrecentada al morir su padre, de la que el autor ruso se sentiría culpable por haberla deseado varias veces. En la escuela a la que asistía con su hermano, a pesar de ser de ingeniería, siguió permeándose de las obras de poetas y escribió obras de teatro. Era un ser sumamente sensible. La epilepsia fue incorporada a su obra literaria, especialmente en “Los hermanos Karamázov” (1879-1880) y también lo libró de enlistarse en el ejército en Siberia. Esa misma afección le ayudó en la construcción de sus personajes e inspiró a muchos especialistas de este trastorno, incluyendo a Sigmund Freud. El autor ruso pudo y supo utilizar su enfermedad convirtiéndola en oportunidad, basándose en que un buen recuerdo puede colmar toda una vida de felicidad.
OPINIONES SOBRE EL AUTOR
Durante todo el mes de noviembre se publicaron sendos escritos sobre la conmemoración de los 200 años de su nacimiento. Una de las más interesantes ha sido, sin lugar a duda, la de la joven escritora venezolana, radicada en España, Karina Saiz Borgo, que colabora regularmente con el diario ABC que escribió: “Si para Borges descubrir a Dostoievski equivale a ver por primera vez el mar y, según Nabokov, supone la invitación a un deicidio, hay razones de sobra para meter los dedos en su biografía como él hundió los suyos en el alma humana. El novelista ruso no conoció el siglo XX, pero lo describió anticipadamente: la culpa, el castigo, la soledad, la pobreza, la redención… Todas y cada una de las angustias del hombre contemporáneo ya crepitaban en las criaturas que habitan su prosa”.
En ocasión de los dos siglos de su nacimiento, los editores han recuperado obras esenciales de su autoría, desde sus diarios hasta los libros que publicó durante su exilio en Siberia, causado por ser parte del grupo intelectual liberal Círculo Petrashevski, bajo los cargos de conspirar contra el zar Nicolás I. En primera instancia él y sus compañeros fueron llevados a la fortaleza de San Pedro y San Pablo y condenados a muerte por participar en actividades antigubernamentales. Ya esperaban el pelotón de fusilamiento cuando su pena fue conmutada a trabajos forzados en Omsk, Siberia. Su epilepsia se agudizó durante el cautiverio y posteriormente le describió a su hermano los sufrimientos que experimentó como «silenciado dentro de un ataúd». Allí pasó cinco años y el resto de la condena, otros cinco años más estuvo en la fortaleza de Semipalátinsk en Kazajistán. Una vez cumplido el plazo al que lo habían condenado, recuperó su título de noble polonizado de origen ruteno (pertenecientes a la iglesia católica rutena) que fueron a la guerra con el escudo de armas de Radwan (gobernador seléucida de Alepo entre 1095 y 1113).
Su primera novela, “Pobres gentes”, escrita y publicada a los 24 años fue un éxito, por haber retratado la vida de lo que se encuentra detrás del brillo imperial de San Petersburgo: miseria, violencia, podredumbre. No obstante, indica que, ‘también en estas casas se habla de Homero’ a la vez que expone, para apuntar que la naciente intelectualidad rusa tiene dificultad material para abrirse camino, como a él mismo le pasaba. No corrieron la misma suerte las subsiguientes. Su posición política es difícil de definir, puesto que, como cristiano, rechazaba el ateísmo socialista, como tradicionalista la destrucción de las instituciones y como pacifista cualquier método violento de cambio social. Sin embargo, simpatizó con las reformas que promovió el zar Alejandro II, especialmente la abolición de la servidumbre en el campo, en 1861. Fue moderando su posición hacia las mujeres para finalmente escribir, en 1870, que «todavía podía esperar mucho de la mujer rusa».
En este bicentenario de su nacimiento, las editoriales están recuperando obras esenciales de su autoría y que preceden a su famoso “Crimen y castigo”, como son “El jugador”, “El adolescente” o “Los demonios”.
Tamara Djermanovic profundiza en la infancia y juventud del segundo de siete hijos, nacido en el Hospital de los Pobres en Moscú, donde su padre trabajaba como médico. Éste obligó a dos de sus hijos varones a matricularse en la Escuela de Ingenieros Militares de San Petersburgo, de donde salió con un título de ingeniero que nunca ejerció. Empezó a desarrollar la epilepsia a los 18 años, cuyos ataques le sirvieron para construir personajes tan complejos como el príncipe Myshkin de ‘El idiota’, Kiríllov, en ‘Los demonios’ o Smerdiakov, en ‘Los hermanos Karamazov’. La ensayista Djermanovic puntualiza que lo expuesto en “Dostoievski y el parricidio” por Freud, es totalmente falso.
Los primeros libros de Dostoievski están marcados por la experiencia vital de aquellos días. Tras la muerte de su madre, la sombra del carácter paterno, irritable y nervioso—que Dostoievski heredó en gran parte—, le propició un desgarro intimo cada vez más pronunciado. Esto determinó el prototipo de sus personajes literarios: seres humanos contradictorios, inseguros, atormentados, capaces de inclinarse sobre los convulsos episodios históricos y personales que el escritor asimiló. «Dostoievski nunca dejó de ser un escritor, ni siquiera en la cárcel, el destierro o el ejército», asegura Ricardo San Vicente, ensayista, profesor de literatura rusa, traductor de Tolstói, Zóschenko, Shalámov y Svetlana Alexievich, así como responsable de las obras completas de Dostoievski en este bicentenario de su nacimiento.
En los años ’40 del siglo XIX conoció a Honoré de Balzac y se dedicó a la traducción para saldar deudas de juego. Luego vino su encarcelamiento y destierro lo que para los entendidos en su obra «La prisión representa un giro copernicano en la manera que tiene Dostoievski de entender el mundo. Es un escritor que se sitúa a la izquierda, que participa en reuniones en la que se especula sobre la eliminación del zar. La cárcel, la alimentación, el trabajo físico o el maltrato, lo unen íntimamente al hombre común. Tiene un contacto estrecho con la realidad que no tuvieron ni Tolstoi, ni Gógol, ni ninguno de los escritores de la época. Hasta Chéjov no hay ningún escritor así. Son señores con sus siervos. A Dostoievski le rapan la cabeza, le ponen grilletes y lo mandan al destierro, andando, desde San Petersburgo hasta Siberia», rememoró San Vicente.
En su experiencia previa al destierro y los cinco años que cumplió como soldado raso, en Kazajistán, Dostoievski reivindicó la condición humana de una serie de seres maltratados por la sociedad. De ahí en adelante, según San Vicente, elaboró una concepción concentrada de la experiencia moral humana, tal y como escribió Dostoievski «He vivido en prisiones, entre muchos delincuentes, ‘auténticos’ delincuentes. Fue una larga escuela. Ni un solo delincuente dejaba de considerarse a sí mismo culpable».
Saiz Burgo nos aporta: “A lo largo de toda su obra, Dostoievski se plantea el problema del pecado. La relación entre la culpa y la pregunta acerca de hasta qué punto una persona es responsable de lo que realmente ocurre, una cuestión que aparece en ‘Los hermanos Karamazov’, ‘El jugador’ o ‘Crimen y castigo’. Por su parte San Vicenteseñala, sobre ese humanismo trágico, impreso por sus lecturas de la Biblia, el único libro a su alcance durante los años de destierro. «Dostoievski plantea a lo largo de toda su obra cómo el delito lleva al arrepentimiento y cómo el dolor nos permite acceder a una verdad que hasta entonces ignorábamos. Hay que pensar en el peso del delito en la sociedad rusa, que se daba con frecuencia en ese periodo de industrialización y pauperización del campesino que accede a la ciudad. Por eso él es el primer escritor cercano al hombre corriente. Es un autor muy social incluso en esa época».
“La voz de Dostoievski permanece vigente, porque llegó a las profundidades del alma humana y describió los cielos y abismos que allí se encuentran, asegura Tamara Djermanovic. Incluso afirma la investigadora que “muchos lectores citan ‘Crimen y castigo’ como la primera novela que les atormentó el alma. Sus libros habitan un tiempo que es común a todos, el de la angustia y la desazón”.
En sus obras construye personajes reflexivos y pretende proponer a través de ellos una visión polifónica de las preocupaciones intelectuales de su tiempo. “¿Hasta qué punto la situación en la que vive una parte de la población no merecería poner en interrogante sus propios principios morales? Ese es el conflicto que él plantea y resuelve con la idea del sentimiento de culpa y el dolor. Esos dilemas: el dolor, la pérdida y el sentimiento de vivir en un mundo injusto se plantea tanto entonces como ahora”.
Vale la pena revisitar la obra de Dostoyevski y profundizar en los dramas que lleva intrínsecos. Nos ayudará a tener una mejor visión de la vida y sus contradicciones.
Orhan Pamuk, escritor turco y premio Nobel de literatura dijo:
«leer a Dostoievski es como descubrir el amor o ver el mar por primera vez, es perder la inocencia ante la vida«.
Recuadro:
NOVELAS
Pobres gentes (1846)
El doble (1846)
La patrona (1847)
Niétochka Nezvánova (1849)
El sueño del tío (1859)
Stepánchikovo y sus habitantes (1859)
Humillados y ofendidos (1861)
Recuerdos de la casa de los muertos (1861-1862)
Memorias del subsuelo (1864)
Crimen y castigo (1866)
El jugador (1866)
El idiota (1868-1869)
El eterno marido (1870)
Los demonios (1871-1872)
El adolescente (1875)
Los hermanos Karamázov (1879-1880)