MARIELA SAGEL
La Estrella de Panamá, 12 de agosto de 2012
Me remonto a 1998 cuando recibí de parte de mi buen amigo Patrick Boursin, entonces embajador de Francia en Panamá, una propuesta para hacer un metro ligero (light train), que es una especie de tranvía. Igualmente de parte de ese país se recibió el proyecto de prefactibilidad y la oferta de un financiamiento blando para hacerlo posible. Mi entusiasmo era muy grande y el tiempo para llevarlo a cabo muy corto. Al hacer el traspaso de despacho al entonces designado ministro de Gobierno Winston Spadafora, le insté a que le diera prioridad al mismo, así como a otros que tenían fundamental importancia: la Ley Penitenciaria, la reorganización del Ministerio y la remodelación del Palacio de Gobierno, entre muchos otros.
La Ley Penitenciaria fue impulsada y aprobada en la gestión de la presidenta Moscoso, pero desconozco si su reglamentación se ha llevado a cabo con éxito, dado el alarmante aumento de la mora judicial. La reorganización del Ministerio la impulsó el presidente Torrijos, constituyendo dos viceministerios, para separar el tema de seguridad de asuntos que pudieran estar bajo un estructurado Ministerio del Interior y la remodelación del Palacio, construido en 1908, sí se hizo en el quinquenio perdido de 1999 a 2004, seguramente porque era bien ‘fashion’.
El Metro tuvo otro largo y tortuoso recorrido: el ministro Spadafora se lo pasó al director de Tránsito, pero en el Ministerio de Obras Públicas se creó una unidad de proyectos especiales, donde en teoría se estaba estudiando el tema y no se hizo nada. La empresa consultora que tenía interés en participar, y que había provisto el proyecto de factibilidad se frustró y empacó sus maletas (había montado oficinas en Panamá y participado en todas las ferias tratando de vender la idea) y tal como el proyecto Estampa —que diseñó los corredores en la década de 1980— sucumbió en el fondo de una gaveta. Nadie volvió a hablar del Metro en la siguiente gestión, pero sí se dieron cambios de zonificaciones y permisos que permitieron sobrepoblar la ciudad al punto de caos en que ahora estamos.
De allí que el mérito que tiene este gobierno haya sido tomar la decisión de construirlo. Cuando llegó la tuneladora la impresión que tuve, 25 metros bajo el suelo, fue como si se abriera una compuerta, solo que la pared que demolió en su momento no era de agua sino de concreto. He insistido muchas veces que los panameños necesitamos educarnos en la cultura metro y esa asignatura está pendiente y entiendo que es contemplada por la Secretaría, pero la misma urge, así como explicar muy bien todas las incidencias que tendrá la obra: si se va la luz —como se está yendo muy frecuentemente— se contempla el respaldo energético; si a medida que las tuneladoras se van acercando al mar van a encontrar más humedad por la capa freática, por ejemplo.
El Metro es un proyecto de país y debe asumirse así. Ser críticos no es oponerse a todo, sino ser objetivos en lo que se hace y cómo se hace. El secretario de Comunicación no me miró con buena cara cuando me vio allí, pero lo he reiterado, el Metro es un buen proyecto y es de todos.