Publicado en El Siglo, el 15 de enero de 2024.
No me refiero a una ideología, sino, si el celular se coloca a la derecha o a la izquierda cuando uno se sienta en la mesa.
Recién he vuelto a Türkiye después de un periplo familiar que me llevó a Canadá y Panamá para pasar las fiestas de fin de año con mis seres queridos y si bien ya tenemos más de un cuarto de siglo de depender casi absolutamente del teléfono móvil o celular, lo cierto es que se ha vuelto tan indispensable que ha reemplazado la conversación, la mirada, la interacción, el correo electrónico, las llamadas y un montón de formas de relacionarnos, al punto de que se ha vuelto un abuso.
Con tantas aplicaciones, a uno lo contactan por Messenger de Facebook, por Linkedin, por Instagram, por cualquier resquicio y es agobiante ese acoso. Ya no necesitas saber el WhatsApp, vale que entres a cualquiera de tus cuentas (que hay que tener protegidas) y se contacten con uno. Lo peor es el “hackeo” que muchas cuentas sufren, mediante las cuales piden dinero y los más incautos caen, solidarios con la persona que cree que le está pidiendo.
Otro daño que le hacemos a nuestro prójimo, al no prestarle atención por estar pendiente del móvil, también nos lo hacemos a nosotros, al estar fijando la vista en esa pantallita, con los dedos enroscados en el pequeño aparato. En lo que a mí respecta, yo he bajado todas las aplicaciones como Instagram, WhatsApp, Facebook y X (antes Twitter) a mi computadora portátil y a mi PC en la oficina, porque no quiero perder la buena visión de la que gozo, ni engarrotar los dedos y de paso, dañar mi columna vertebral.
En España tienen una bonita cuña publicitaria que dice “Llama”, para que las personas se acostumbren a hablar por teléfono en vez de enviar mensajes de texto o de voz (que los odio). Yo trato de practicarlo con mis amigos que tengo lejos, y con los que tengo cerca también. Y de juntarnos y compartir, que no depende de si uno se sienta a la derecha o a la izquierda.
Embajadora de Panamá en Türkiye