Domingo, 28 de septiembre de 2014 – La Estrella de Panamá
«Aún en vida, el Nobel colombiano lo señaló como su posible sucesor»
La novela ‘El mundo de afuera’ del escritor colombiano Jorge Franco se alzó, de entre más de 800 participantes, con la nada despreciable presea del XVII Premio Alfaguara de Novela, a inicios de este año.
El autor, muy conocido por su obra ‘Rosario Tijeras’ que ha sido llevada al cine y a una serie de televisión, fue señalado hace unos años por su compatriota el Nobel de Literatura Gabriel García Márquez como ‘uno de los autores colombianos a quien me gustaría pasarle la antorcha’. Casi lo logra, pues el fallo del Alfaguara fue en marzo y Gabo murió en abril.
Las historias que escribe Jorge Franco son etiquetadas como literatura del sicariato, o recreadas alrededor del tema del narcotráfico, pero este paisa tiene otros títulos que han buscado mejores escenarios que una Medellín desangrada. De allí que su novela ‘Melodrama’ —que algunos catalogan como mejor que ‘Rosario Tijeras’— se haya escenificado en París, con elementos de los mundos bajos y sórdidos que existen en todos lados, pero que se exacerbaron en la época más violenta que haya vivido la capital del estado de Antioquia.
UN AUTOR CON MALA MEMORIA
Jorge Franco se tomó su tiempo para encontrar la carrera que le satisficiera. Ensayó con la pintura, deambuló por la facultad de ingeniería y estudió cine en Londres, en la afamada International London Film School. A su regreso a Colombia —y dándose cuenta que su ritmo no iba a la velocidad de la adrenalina que impulsa a otros directores—, entró a estudiar literatura en la Universidad Javeriana de Bogotá. Sentía un vacío en lo que a lectura se refiere y aunque confiesa no venir de un hogar donde se leyera mucho, apenas entró en contacto con los autores clásicos quedó enganchado en el saludable e infinito hábito de la lectura.
Dice que tiene mala memoria. Apenas puede recordar los nombres de los personajes, por eso tiene una pizarra donde va apuntando los que ha ido desarrollando y así tiene enfrente de su lugar de trabajo una especie de mapa que le indica por dónde ir. Quizás así logra que su trabajo se convierta en una novela coral, como lo es ‘El mundo de afuera’.
A pesar de que las ediciones generales del Grupo Santillana —dueña de varios sellos editoriales entre los que está Alfaguara— fueron adquiridas este año por Random House, el ganador del premio ha visitado varias capitales importantes incluyendo Estados Unidos para presentarla. Lamentablemente no vino a Panamá, como ha sido tradicional en los ganadores anteriores, entre los que recordamos muy especialmente a Elena Poniatowska en 2001(La piel del cielo), Santiago Roncagliolo en 2006 (Abril rojo), Antonio Orlando Rodríguez en 2008 (Chiquita) y Andrés Newman en 2009 (El viajero del siglo), entre otros. Newman, de hecho, publicó después de concluir su gira maratónica del premio un simpático libro titulado ‘Cómo viajar sin ver’.
EL MUNDO DE ISOLDA
La trama de ‘El mundo de afuera’ es una mezcla de relatos fantásticos y hechos truculentos, todos —a excepción de los detalles precisos de la vida de Isolda, la princesa que habita el castillo— son verídicos y están basados en acontecimientos que ocurrieron en Medellín, donde Franco nació hace 52 años.
Parte del disparador que motivó al autor a escribir esta historia es el haber vivido en carne propia el secuestro de un familiar, el de su hermana. De allí que las amenazas y acercamientos entre la familia y los secuestradores sean tan bien descritos.
El sitio principal donde se desarrolla es una antigua mansión de la aristocracia antioqueña que hoy día es un centro cultural, y donde vivió y se fraguó el secuestro del padre de Isolda, una especie de princesa de un cuento de hadas en medio de unos habitantes desquiciados y tenebrosos que llevan una vida cargada de vicios.
Es la historia de una obsesión, de un mundo exterior que no tiene nada que ver con lo que pasa dentro del castillo, donde crece la adolescente de ascendencia teutona y donde su padre se sumerge escuchando óperas de Wagner, su madre se enloquece por el subdesarrollo de ese rincón de Suramérica y su nana alemana se escabulle todas las noches a la casita del jardinero.
También es la historia de unos descastados que viven obsesionados por la tenencia del dinero y las marcas que éste puede comprar y a quienes resulta fácil convencer para que se presten a secuestrar a Don Diego, el padre de Isolda.
Siendo una novela coral, mantiene en cada uno de sus relatos una tensión que resulta en una historia bien contada, con todas las dosis de fantasía y desquiciamiento que puede ofrecer un texto sobre sicariato. La presidenta del jurado del premio, la también escritora colombiana Laura Restrepo, quien igualmente ganó el Premio Alfaguara con su novela Delirio (2004), no dudó en catalogarla como ‘una deliciosa sorpresa’.
Es una lástima que las circunstancias del cierre de las oficinas de ediciones generales del Grupo Santillana en Panamá no nos hayan permitido gozar de la presentación de este libro, como había sido habitual en sus versiones anteriores. Seguramente el autor se hubiera visto sometido a las mismas preguntas de cómo fue que García Márquez lo endosó y qué sintió cuando Enrique Santos escribió sobre Rosario Tijeras en El Tiempo. Nos hemos perdido que nos relatara por qué los que regentan El Castillo en Medellín, que hoy es un centro cultural, no dejaron que se presentara allí el libro, apenas un día antes de la presentación, con las invitaciones cursadas.
Tal parece que los que responsables de esa misteriosa casa —que a Jorge Franco le daba temor entrar de pequeño, cuando ya Isolda había muerto y se decía que estaba embalsamada frente al piano—, son miembros del Opus Dei y no estuvieron conformes con cómo los hechos acontecidos allí habían sido narrados en el libro. Y seguramente el ingrediente de sexualidad, erotismo y libertad de pensamiento añadido les debió haber escandalizado.