LA INDESCIFRABLE ASAMBLEA
Por Mariela Sagel, La Estrella de Panamá, 6 de noviembre de 2016
Muchos conocidos me preguntan por qué mantengo esta columna de opinión hace casi diez años en La Estrella — anteriormente lo hice en otros diarios impresos – y cómo es que encuentro casi siempre un tema para escribirla. Es un oficio dedicado y hasta esclavizado, ya que cuando mando la de esta semana, enciendo mis antenas para saber cuál va a ser el siguiente tema que voy a abordar. A veces dejo asuntos que me rondan la cabeza remojando hasta que surja el momento preciso en que ocurre algo que los ponga de relieve. Y así voy, semana a semana. Los columnistas somos leídos, a veces mucho más que las noticias, porque tal como dice la escritora española Almudena Grandes: “No informamos, porque para eso están los periodistas; tampoco analizamos… Lo que hace un columnista es encontrar un punto de vista singular o echar una mirada oblicua que cambia la percepción de un tema concreto”.
En medio de estas fiestas patrias, que han paralizado al país, detenido un proceso tan importante como la elección de un magistrado para el Tribunal Electoral y las medias tintas con que se maneja la noticia de un operativo en el que están involucrados policías y cuyas aristas amenazan hasta los cimientos tambaleantes de la independencia jurídica que deberíamos tener, me queda claro que este gobierno no tiene la voluntad de reformar las leyes electorales a las que se comprometió, como tampoco lo tiene con la constituyente que prometió emprender.
En enero de 2015 se instaló una comisión compuesta por distinguidos profesionales y ese acto contó con la intervención didáctica y erudita del Dr. Carlos Mesa, eminente intelectual, político e historiador boliviano, ex presidente de su país. La comisión laboró incansablemente hasta entregar el paquete de reformas a la Asamblea Nacional, un año después. Desde entonces, los diputados han estado “peloteando” ese paquete y lo último fue el irrespeto de no abrir las sesiones el último día de octubre, antes de entrar en receso, y así posponer la designación de un nuevo magistrado. Y como el presidente Varela le hace el juego a los diputados, especialmente si están comandados por su hermano, ya dijo que no convocará a sesiones extraordinarias porque “la población está concentrada en las fiestas patrias y en las actividades del mes de diciembre”. ¿Puede un país como el nuestro, con las calles abiertas como heridas supurantes, los servicios básicos colapsados, sin medicinas en los centros hospitalarios y farmacias del Seguro Social, un lacerante aumento de la sensación de inseguridad y el atroz consumismo que está acabando con el poco intelecto que adorna a los panameños, darse el lujo de parar todo por dos meses “para disfrutar de las fiestas”?
De la misma irresponsabilidad hizo alarde el gobierno anterior, además de burla, al sancionar unas reformas que le calzaban a su estilo, aun cuando hasta los mismos magistrados del Tribunal Electoral le pidieron al presidente que no sancionara la ley. Muchos de los que trabajaron en esa comisión se sintieron traicionados pero como al señor que hoy vive en Miami –y que tiene a todos sus esbirros subiendo y bajando las escaleras del edificio Avesa, o gozando de una detención preventiva en las cárceles de la Dirección de Investigación Judicial— poco le importa con el país e inclusive con los miembros de su partido franquicia, pues aquí seguimos, empantanados en lo que no avanza, no tiene visos de llegar a puerto seguro, y no trae beneficio a todos sino a los vinculantes diputados de uno y otro partido que están aliados en la Asamblea según su conveniencia, no la de los miembros de sus colectivos.
No me atrevo a echar una mirada oblicua a la situación actual de la Asamblea, después del indescifrable triunfo de dos diputados muy cuestionados del partido que está supuesto a hacer oposición. Es preocupante que estén en este muñequeo, que no augura nada bueno, pero que al final, como ha pasado en casi todas las sesiones de los deshonorables miembros de esa Asamblea, muestran de cuerpo entero su falta de compromiso con el país y con la función para la que fueron electos: hacer leyes que beneficien a todos, no a la medida de sus ambiciones.