Leí durante la semana que hoy culmina un interesante artículo de Augusto S. Boyd, titulado: Un voto por la naturaleza y el desarrollo del país donde hace un llamado contundente a coadyudar entre todos a fin de detener la devastación y deforestación que se afinca cada vez más en la cultura del panameño. Su planteamiento es tan bien sustentado que me he pasado toda la semana viendo y recordando la riqueza natural que tiene Panamá, y el abuso que se está haciendo de ella.
En ocasión de un viaje de trabajo que hice a la provincia chiricana, donde los diferentes tonos de verde me hicieron pensar que era casi alucinógena la forma en que Dios nos dotó de tanta belleza, cavilo sobre lo que escribió Augusto en su artículo. Si bien nuestro país tiene abundantes recursos
naturales, hay regiones donde se está atentando contra la sostenibilidad de esos recursos y mucho más, se premia el abuso indiscriminado de esos mismos recursos que nos hacen ser un distintivo en la región latinoamericana.
Mucho se ha dicho que las «bushadas» son una máscara para esconder las verdaderas amenazas que enfrenta el mundo. Los verdaderos enemigos no son los supuestos terroristas que el tonto de la Casa Blanca ve hasta en el espejo (supongo que cuando se ve en él, sobre todo si lo que refleja es una
de las muchas caricaturas que le han hecho durante su catastrófica gestión).
La amenaza para este mundo y el que dejaremos a nuestros nietos es precisamente el no hacer buen uso de lo que nos ha brindado en forma pródiga la naturaleza, las fuentes de agua y la conjugación de una buena política ambientalista que tome en cuenta tanto el desarrollo como el beneficio de
todos los ciudadanos.
Vemos a diario cómo se acaban los bosques, cómo reemplazamos la naturaleza persiguiendo el supuesto modernismo que demanda cada vez más energía para seguir moviéndose y cómo, hasta los que deberían ser los vasos comunicantes de las ventajas de represar ríos, generar fuentes alternativas de energía y demostrar el beneficio que eso representa, son los primeros que se ponen del lado de los que desconocen que un desarrollo bien planificado y sostenible va a beneficiar a todos. Las autoridades premian a los que erigen sendos mamotretos que amenazan no solo el paisaje visual sino que permiten que el costo de la energía sea cada vez más alto y todo en nombre del desarrollo y
de un paisaje que impresiona a los superficiales, pero que ofende a los residentes que viven al lado, para quienes el progreso no llega, porque no tienen ni agua para tomar y mucho más un alcantarillado que los libre de posibles enfermedades.
Augusto menciona en su artículo que durante varias gestiones de gobierno ha estado llevando tanto a funcionarios como periodistas al área del lago Bayano, para mostrarles cómo el paisaje se vuelve cada día más desolador, por haberse talado, quemado y luego abandonado, miles de hectáreas que
pretendieron convertirse en potreros y que ahora lo único que florea es la paja canalera. Yo aporto a mis lectores que en 1999 el presidente Pérez Balladares y yo, junto a otras personas, inclusive de Ancón, sobrevolamos esas áreas, con el entonces recién llegado embajador estadounidense, Simón
Ferro. Se acercaba la transferencia del Canal y ya se había descartado la creación del centro antidrogas. Le propusimos al embajador Ferro que si Estados Unidos quería seguir brindando apoyo para la preservación de nuestra frontera con Colombia, nos ayudara en la conservación de los recursos
naturales que crean lo que pronto va a dejar de ser el tapón de Darién y nos suministrara tanto equipo de comunicaciones como logístico para que, además de controlar las actividades guerrilleras en esa área, nos garantizaría que los vastos recursos naturales no fueran depredados.
El resultado al final fue que los gringos se llevaron su base para Manta, Ecuador, donde entiendo que ya han sido invitados a retirarse y nuestro país quedó aún más expuesto a la devastación de esa área. Eso demuestra que el compromiso con nuestro país era puramente para servir los intereses de ellos
y, en la medida que se lo permitiéramos, seguir espiando a los vecinos para su único y propio beneficio.
No solo es imperativo tomar conciencia de que la amenaza del futuro va a ser la falta de agua, la contaminación y el encarecimiento de toda la cadena de valor que amarra la producción, impulsada mayormente por el combustible que cada día sube más, sino de que por el uso de fuentes de energía naturales y la adopción de un urbanismo verde, una arquitectura verde, que torne más frescos los ambientes donde se trabaja y vive (sin el uso del aire acondicionado), se debe desarrollar una actitud de conservación que tiene que empezar por la adopción de una cultura de poca contaminación auditiva y mucha riqueza visual, por medio del marco que nos llevó, en su momento, a creernos en serio que nos somos ‘Panamá La Verde’.